Entre los objetos que forman parte de la colección del Museo de Historia y Antropología (MHA), nos encontramos con esta ratonera que proviene del antiguo Museo Villa Benítez, adquirida por Luis Diego Cuscoy en el año 1958. Este dispositivo, muy común en Europa desde la Edad Media hasta el siglo XIX, se caracteriza por ser un cepo de maza, construido enteramente en madera, que servía como un medio de efectividad práctica con el que controlar las plagas de roedores, evitando su proliferación en las áreas en las que se almacenaban o cocinaban los alimentos, sin descartar su uso como trampa de caza, tal y como nos recuerda Moisés Boza (El trampeo y demás artes de caza tradicionales en la Península Ibérica. Barcelona, Hispano Europea, 2002) para complementar la dieta en épocas de mayor necesidad y escasez alimentaria, como sucedió en los años posteriores al término de la Guerra Civil.
La utilización de este tipo de ratoneras se puede apreciar en diferentes partes de la geografía española. Este sencillo cepo, constituye una evolución de otras ratoneras más primitivas como las satolas vascas, aumentando la efectividad con la sustitución de la losa por un peso de madera, mejorando el sistema que la activa y realizando un cerramiento que evita el escape del roedor. La pieza es también similar a las rateras catalanas y a los mureiros asturianos, utilizados de manera genérica en el ámbito doméstico, diferenciándose de las satolas vascas en que éstas, por lo general, tienen un vano menos profundo.
Esta ratonera que se encuentra expuesta en la cocina de la Casa de Carta -una de las dos sedes del MHA-, desde su inauguración en el año 1987 hasta la actualidad, se estima en una antigüedad de más de 100 años y posee unas dimensiones de 41 cm de alto, 35,5 cm de largo y 18 cm de ancho. Destaca por su fabricación artesanal en madera de tea, apreciándose aun en ella los dibujos de acanaladuras paralelas como prueba de su elaboración realizada a mano. La ratonera está compuesta de seis piezas: la base, el encaje, el soporte, la cuña, el pedal y el cordel, de tal forma que cuando el roedor presiona la cuña sobre la cual está suspendido un pesado bloque de madera, éste cae y lo golpea mortalmente.
Este sencillo cepo, consta de dos partes fundamentales. La que representa el armazón rectangular con un vano en su interior y la maza que se desliza por los dos postes cilíndricos colocados perpendicularmente y en paralelo, con un tope en la parte superior, que además sirve como asa para su transporte, de manera que, al activarse, la maza cae sobre el roedor, aplastándolo. Para ello es necesario la colocación de un cebo en el interior de la estructura inferior, con la intención de atraer al ratón y que este active la trampa. Al contrario de lo que pueda parecer, el orificio que contiene la ratonera en su parte principal no es para permitir el paso del animal, sino para armar el mecanismo que activa la trampa. Y es que, al colocar en este lugar el mecanismo se conseguía realizar una mayor palanca que permitiría una mejor y más precisa sustentación del enorme peso de la maza.
La ratonera por «aplastamiento» estaba vinculada, por lo general, al uso doméstico y, como es natural, se colocaba en cualquier sitio donde pudiera haber roedores, priorizando su posición en las áreas de almacenamiento de alimento. Un lugar destacado para su uso fueron las cocinas, favoreciendo las medidas de higiene en espacios en los que se solían acumular numerosos detritus alimentarios que atraían a los roedores.