Registro de salida: «Mundillo de bolillos»

Registro de salida

Este término, muy habitual en el argot del mundo de los museos para indicar que las piezas se mueven (del almacén o las salas expositivas hacia otro lado), lo usamos ahora desde el Museo de Historia y Antropología de Tenerife para hacerte llegar digitalmente algunos de sus fondos.
 
 

«Mundillo de bolillos [12.1998.4]»


Se conoce por mundillo al utensilio provisto de una almohadilla rígida que se utiliza como soporte para hacer encajes de bolillos, técnica que se cree fue introducida en España por los árabes y que ya estaba plenamente desarrollada en el siglo XV. Al siglo siguiente se expandió de forma extraordinaria en España, Italia, Francia, Países Bajos e Inglaterra como consecuencia de la proliferación de la moda de los cuellos y puños de lechuguillas de encajes.

Los mundillos más usados en España consistían en un cilindro rígido de poco más de medio metro de largo y veinte cm de diámetro. Estaba relleno de paja o crin y forrado de tela sobre la que se fijaba el picado (cartoncillo con el modelo a ejecutar provisto de una serie de orificios por donde se introducen los alfileres en los que se entrecruzan los hilos). En algunos casos podían estar provistos de patas en la parte trasera para mantenerlo inclinado. Otras veces se apoyaba en una mesa o sobre otros tipos de soportes.

Durante el siglo XIX y principios del siglo XX proliferaron, en las ciudades, los mundillos en forma de rodillo giratorio montado en una estructura de madera que podía disponer de una gavetilla en la base, donde se guardaban los diferentes útiles complementarios usados en la elaboración de los encajes. 

Los bolillos son palillos torneados, generalmente de madera de boj, compuestos por la cabeza o punta, la bobina o carrete –que sirve para almacenar el hilo–, y el puño o cuerpo, que es por donde se manipulan. Los hay de diferentes tamaños y formas, pero siempre mantiene sus partes fundamentales.

Este mundillo en concreto forma parte de nuestras colecciones desde que Doña Sinforosa Fernández Díaz, maestra y experta en bordados, lo donó al Museo de Historia y Antropología en el año 1997 por iniciativa de su hija Milagros.