Entre los fondos documentales del Museo de Historia y Antropología de Tenerife se encuentra el conocido como Libro de cuentas corrientes con diferentes sujetos de la América.
El mito y la leyenda son relatos que se divulgan en forma oral, de una generación a otra, hasta que por fin entran en el imaginario colectivo de un pueblo, afectando de manera indiscriminada a acontecimientos y personajes. En esta última categoría, si hay alguien que ha ocupado un lugar de honor ese ha sido Amaro Rodríguez Felipe, popularmente conocido como “Amaro Pargo” (1678 – 1647). Símbolo de la burguesía y de la terratenencia de una época -en Canarias, a diferencia de lo que sucedía en la Europa continental, no se manifestaba de manera tan clara la división entre terratenientes y burgueses-, la historia de su vida ha fascinado a muchas generaciones, no dejando indiferente prácticamente a nadie cuestiones tales como su condición de pirata o corsario, sus amoríos con la sierva de Dios (sor María de Jesús) y su fabuloso tesoro. Tales enigmas han ido resolviéndose paulatinamente a tenor de lo que han revelado las investigaciones realizadas al respecto por Rumeu de Armas, María Rosa Alonso, Francisco Morales Padrón, Manuel Fariña y, más recientemente, Manuel de Paz.
El “Libro de cuentas corrientes con diferentes sugetos de la Ameryca”, conservado en los almacenes del Museo, a pesar de lo que su título pudiera sugerir es, en realidad, una copia de los contenidos de los mayorazgos instituidos por Amaro Pargo y que incluyó en su testamento, otorgado en San Cristóbal de La Laguna un 19 de junio de 1746, documento cuyo original se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Pargo fundó un mayorazgo regular al que se le unió, posteriormente, un segundo mayorazgo. En el testamento ya aludido Pargo indica que “ambos mayorazgos han de constituir y constituyen uno en un cuerpo…”. En el testamento, Pargo dispuso que el mayorazgo - resultante de la unión de los dos anteriormente creados - fuera transmitido, en primer término, a su sobrina Ana Rodríguez Felipe y a su esposo, Amaro José González de Mesa. Este hecho es el que explica que en la cubierta del referido libro estén inscritas las iniciales “A.G.M.”, correspondientes a Amaro José González de Mesa, quien anota - no podemos determinar si él personalmente u otro escribano - todos los bienes raíces, viñas, tierras, casas y censos con sus correspondientes pensiones y tributos que constan en dicho mayorazgo y que, atendiendo a la línea de sucesión dispuesta por Amaro Pargo es, junto con su esposa, quien debe recibirlos. Este inventario, además de confirmar el extraordinario patrimonio acumulado por Pargo, en forma de casas, sitios, viñas, tierras, etc., igualmente se convierte en un improvisado diccionario de topónimos del Tenerife de mediados del siglo XVIII que se concentran sobremanera en la “Ciudad”, esto es San Cristóbal de La Laguna, y en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife.
El libro, de gran tamaño, y terminado de redactar en 1751, tal como nos indica la referida fecha igualmente registrada en su cubierta, lleva incorporado un sello que nos pone tras la pista del papelero a quien fue comprado por parte de los González de Mesa. Se trata de William Mayo, uno de los grandes nombres de la papelería londinense del siglo XVIII, y cuyo taller se encontraba en la Gracechurch Street. En el año 2002, el ejemplar fue adquirido por parte del Organismo Autónomo de Museos y Centros a un particular junto con otros documentos del mismo periodo y vinculados en un alto porcentaje a la descendencia de Amaro Pargo. Su tipología documental vino a reforzar la ya existente en el museo, caso del fondo Lercaro. La característica principal de dichos fondos radica en su proceso de elaboración. Nos referimos a la copia en libros familiares de los contenidos de documentos, fundamentalmente parroquiales y notariales, cuyos originales se encuentran conservados en el Archivo Diocesano de Tenerife y en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, respectivamente. Dicha tipología ha constituido una suerte de subgénero documental muy apreciada por los investigadores, especialmente porque aquellos documentos registrados en escritura cortesana y procesal, e ilegibles para muchos, se han convertido en accesibles gracias a aquellas transcripciones realizadas durante los siglos XVIII y XIX por familias obsesionadas con acreditar sus vínculos patrimoniales con mayorazgos que les habían transmitido sus ascendientes.