Se trata de un abrochador de botones con mango cilíndrico de madera que termina en forma cónica a la que se une una pieza metálica rematada en punta curvada a modo de garfio para asir o agarrar los botones. Una vez que la parte curva se aferraba el botón, con un ligero movimiento circular se sacaba éste por el ojal.
En general, eran usados para abotonar guantes, botas y algunas piezas de indumentaria que poseyeran botones, como las camisas o los corsés. Si bien la parte del gancho estaba fabricada en metal, los mangos se elaboraban en otros materiales diversos y mucho más exquisitos como plata, madreperla, hueso, ágata… ricamente decorados con motivos vegetales y figuras de animales. Había también otros ganchos eminentemente prácticos, sin ningún tipo de adorno, pero que publicitaban establecimientos como grandes almacenes y zapaterías, a través de los cuales se daban a conocer.
Éste en concreto, datado en torno a 1900, procede de una donación que llega al Museo desde la Villa de Arico. Las mujeres de la familia lo utilizaron para abrochar las botas, conocidas como polacas, generalmente de color negro, que zapateros de las islas manufacturaban o eran adquiridas por catálogo de venta de grandes almacenes de la península.
Con el transcurso del tiempo algunos de ellos se han convertido en apreciables objetos de coleccionista, tanto por su belleza como por el uso tan especial relacionado con la indumentaria de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX.