Registro de salida: «Cesta de gangochera»

Registro de salida

Este término, muy habitual en el argot del mundo de los museos para indicar que las piezas se mueven (del almacén o las salas expositivas hacia otro lado), lo usamos ahora desde el Museo de Historia y Antropología de Tenerife para hacerte llegar digitalmente algunos de sus fondos.
 
 

Cesta de gangochera [12. 1995. 168]


Gangochera viene de gangochar, que significa comprar o vender de forma ambulante. Su origen etimológico está en el canarismo gangocha (acción de gangochar) y el sufijo de sentido agentivo –ero (era)

Esta cesta, que tiene unas dimensiones de 60 x 53,5 cm. en su base y 16 cm. de altura, fue manufacturada en Tenerife en la primera mitad del siglo XX con tiras rajadas planas y flexibles de madera de castaño, siguiendo la técnica de tejido perpendicular cuyos dos elementos montantes y tramas se entrecruzan en relación 1:1, tanto en el fondo como en el cuerpo. El fondo casi rectangular lo constituye un tejido plano abierto de tiras anchas, y el cuerpo está tejido con base de tiras anchas y trama de tiras estrechas que conforman las paredes. Se remata con tiras de castaño sin pelar con la técnica llamada de bordado, que a su vez recubre las cuatro asas presentes en la boca ligeramente redondeada y algo cerrada con respecto al fondo, lo que le da forma de base de tronco de pirámide.

Aunque desde su ingreso en la exposición permanente en la sede de Casa Lercaro del Museo de Historia y Antropología de Tenerife figura como cesta de gangochera, resulta pertinente aclarar que este tipo de cestas no eran de uso exclusivo de las mismas, siendo también habitual que fuera utilizada por las pescadoras o las lecheras.

La gangochera fue un personaje femenino protagonista de la vida cotidiana de siglos pasados. Si echáramos un vistazo al paisaje insular de antaño la veríamos recorriendo los caminos, descalza muchas veces y siempre con el cesto en la cabeza. Ir sin calzado fue una constante en las áreas rurales isleñas hasta bien avanzado el siglo XX. Las grandes carencias económicas impedían a las clases populares cubrir las necesidades más perentorias y los zapatos constituían un artículo de lujo. Para no estropearlos los llevaban guardados, poniéndoselos únicamente cuando llegaban a su destino.

Su actividad era, sobre todo, el trueque de productos alimenticios de variado género (fundamentalmente frutas y verduras), haciendo de intermediarias entre el productor y el consumidor. Su labor era diaria y, así, cubrían las necesidades alimenticias de una población que carecía, no sólo de otros mecanismos o fórmulas comerciales para abastecer sus despensas sino, también, de neveras. Eran otros tiempos. Pensemos que muchos productos de los que consumimos habitualmente son perecederos, de caducidad rápida. De ese modo, las familias tenían que proveerse casi a diario de productos de primera necesidad y las gangocheras, así como las lecheras y pescadoras anteriormente citadas, garantizaban el suministro.

El peso de la cesta sobre la cabeza era considerable. Para amortiguarlo usaban habitualmente una almohadilla o “ruedo” elaborada con telas o con ramas de plantas. Dicho ruedo, llamado también rodilla o suegra, podía ir dentro de la copa del sombrero, por fuera, o directamente sobre el pañuelo o la cabeza de las mujeres. Resultaba, además, muy singular, que no se ayudaran de las manos para transportar tan considerable cesta y su carga.

En el Museo de Historia y Antropología de Tenerife puede verse hoy un ejemplar de este singular objeto, característico de las gangocheras. Así, lejos de quedar condenadas a la desmemoria, la presencia de estas piezas en la colección no las deja perderse en el olvido.

Más información

Cestería Tradicional Ibérica

Kuoni Bignia

Ediciones del Serbal. Barcelona 1981