En la vitrina donde se exponen algunas de las innovaciones tecnológicas más destacables implementadas en Canarias durante el siglo XIX, ubicada en el último ámbito de la exposición permanente del Museo de Historia y Antropología de Tenerife (MHAT), en su sede de la Casa Lercaro, puede contemplarse una pieza que pasa a veces desapercibida. Su pequeño tamaño contrasta con su categoría de transcendental como elemento que desempeñó un importante papel en la construcción de la Canarias decimonónica. Nos referimos a un objeto que en el inventario del Museo aparece identificado como «sección de cable submarino que unía Santa Cruz de Tenerife con Cádiz, con caja». Es de fabricación británica y está compuesto por un alambre de cobre multitrenzado en el centro, al cual, protegido con caucho, se le adhieren unas barras de metal con el objetivo de aportarle consistencia; a ello se le incorpora, además, un armazón externo de hierro. Toda esta compleja estructura es forrada finalmente con una caja de gutapercha - material de caucho natural obtenido de la resina del Palaquium, un árbol del sudeste asiático - bastante gruesa.
La construcción del cable que se instaló para conectar las ciudades más arriba mencionadas tuvo lugar en una fábrica de Sivertown ubicada en la margen derecha del Támesis, a unas 15 millas de Londres. Cerca de mil obreros fueron los que fabricaron el revestimiento de gutapercha, a partir de un material recibido de Australia en forma de panes de color gris amarillento mezclados con sustancias terrosas.
La pieza en cuestión se revela como un excepcional documento tridimensional que da testimonio de la instalación del cable telegráfico que, en 1883 - entre el 26 de noviembre y el 6 de diciembre -, conectó Santa Cruz de Tenerife con Cádiz. Del proceso del tendido en cuestión nos ha quedado el testimonio aportado por quien fuera uno de los grandes promotores del mismo, Juan Ravina y Castro, en su Memoria sobre la construcción y tendido de los cables de las Islas Canarias, un informe administrativo que, posteriormente, fue editado en Madrid en 1885 como publicación dirigida a curiosos y público en general. Dicho tendido fue materializado por la sociedad constituida a tal efecto por el Ministerio de la Gobernación: la Spanish National Submarine Telegraph Company Limited, administrada por el banquero polaco Thadeo d´Oszka Orzechonski, y comenzó con el amarre del cable en el enclave santacrucero de La Jurada hasta prolongarlo al sur peninsular.
Aquella compleja empresa suponía la culminación de un proyecto concebido con anterioridad, pues ya en la década de 1870 se había planteado la necesidad de implementar un tendido de telegrafía eléctrica en Canarias, no sólo por ser esta región una zona estratégica de paso hacia otros territorios bajo la alargada sombra del colonialismo francés y británico, sino como una necesidad misma del propio Archipiélago, planteamiento avalado por la evolución que había sufrido en los últimos tiempos la tecnología naval, ya que el barco de vapor había desplazado definitivamente al tradicional velero. Pero, además, por la propia evolución socioeconómica que experimentaba Canarias, territorio cada vez más influenciado por la presencia británica, no ya en lo que a aprovisionamiento de buques se refería sino, sobre todo, debido a la inversión sobre los nuevos productos agroexportadores concebidos e implementados, tal fue el caso del plátano. Todo ello forjó una oligarquía surgida en torno a los puertos de Las Palmas de Gran Canaria y de Santa Cruz de Tenerife, la cual necesitó valerse de las ventajas que ofrecía el nuevo medio de comunicación para afianzar su estatus.
La instalación del cable telegráfico forma parte del selecto grupo de estrambóticos episodios que ayudaron a construir el Pleito Insular - no solo dirimido en el seno del Congreso de los Diputados - como fueron la llegada de una réplica de la Carabela «Santa María» a Las Palmas de Gran Canaria o el primer centenario de la Gesta del 25 de julio, acontecimiento este último del que obtuvo un rédito extraordinario Santa Cruz de Tenerife, en su aspiración por obtener la capitalidad de Canarias.
A comienzos del siglo XX, el telégrafo convivió con dos inventos que irrumpieron con fuerza y revolucionaron el campo de las telecomunicaciones: el teléfono y la radio, medio de transmisión este último que permitió materializar una nueva forma de comunicación, la radiotelegrafía, que fue vista como la solución idónea para resolver las averías provocadas por las roturas del cable tan habituales en Canarias. Pero el hecho de que la radiotelegrafía imposibilitaba mantener el secreto de las comunicaciones ayudó a la supervivencia de la telegrafía por cable. Tal fue así que, en 1908, se tendió un nuevo cable submarino entre Cádiz y Santa Cruz de Tenerife, conectándose por primera vez con las «inéditas» islas de La Gomera y El Hierro y reconectándose con las islas que ya desde 1883 habían hecho uso del mismo.
Para saber más
-GUIMERÁ PERAZA, Marcos (1976):
El pleito insular (1808 - 1936). Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife.
-PÉREZ JIMENEZ, Rafael (2020):
Los orígenes de las telecomunicaciones en Canarias (1880 – 1936). Universidad de La Laguna.
-RAVINA, Juan y AGUSTÍN, Antonio (1983):
Memoria sobre la construcción y tendido de los cables de las Islas Canarias. Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones. Madrid.