El consumo de carne entre los guanches de Tenerife procedía esencialmente de cabras (Capra hircus), ovejas (Ovis aries) y cerdos (Sus scrofa domestica), cuyos restos arqueológicos atribuidos a crías y adultos aparecen en cuevas de habitación norteñas como Los Guanches, Los Cabezazos, Quiquirá, Don Gaspar y Las Palomas, mientras también resultan puntualmente relevantes en yacimientos meridionales como Guargacho.
Además, hay que señalar que en Tenerife las evidencias óseas de perros (Canis familiaris) demostrarían la práctica de la cinofagia o costumbre de comer carne de perro, confirmada en el poblado de Guargacho (San Miguel de Abona) y en la Cueva de los Cabezazos (Tegueste), como sucedía entre grupos bereberes norteafricanos del litoral de las dos Syrtes, los oasis de Trípoli, Tunisia y Argelia, la región de Gabes, el Souf, Djerid, Fezzan, Ghat, Ghadamés, Touat y Mzab.
Diversos animales formaron parte de la dieta como estrategia complementaria o alternativa atendiendo al volumen esquelético conservado en algunos yacimientos arqueológicos, a partir del cual se propuso –por ejemplo– la ingesta pretérita de lagartos, si bien la inexistencia de otros vestigios alimentarios y de cultura material en el mismo nivel estratigráfico de la Cueva de la Arena (El Rosario) descartaron el supuesto ‘horizonte cultural pre-cerámico de comedores de lagartos’ planteado allí en su día pues el consumo guanche de lacértidos ha sido confirmado con evidencias sólidas en el yacimiento arqueológico de la Cueva de las Fuentes (Buenavista del Norte). Los restos de felino (Felis catus) aparecen en algunas cuevas de habitación y en la de Don Gaspar (Icod de los Vinos) fueron atribuidos a un presunto tipo robusto similar al gato del desierto o gato de las arenas (Felis margarita), aunque nosotros hemos contrastado que éste resulta ser el más pequeño del género Felis junto con el gato patinegro (Felis nigripes). Otros animales identificados han sido el erizo terrestre (Erinaceus algirus) y la paloma (Columba sp.), cuyo consumo habría sido esporádico u ocasional.
Todo esto fue consecuencia de una disponibilidad y accesibilidad jerarquizada de los recursos cárnicos y proteínicos en manos de una élite de pastores-guerreros, motivando la estrategia de espectro amplio que los indígenas afrontaron soslayando los tabúes dietéticos que otras culturas promueven por diferentes razones productivas, reproductivas, sociales e ideológicas.
De hecho, el cronista Alonso de Palencia (1490) señala con claridad que entre los guanches: «no es permitido que la plebe coma carne cuando tiene hambre, sino en los días de fiesta, con permiso de los amos (…). El ganado aumenta cada día, y, a causa de la extensión y abundancia de los pastos, engorda y, ordeñado, produce gran cantidad de leche, también para los pudientes, porque los demás no pueden satisfacer esta necesidad, aunque estén al cuidado de los rebaños».
Dr. José Juan Jiménez González
Conservador del Museo Arqueológico de Tenerife