El origen de la vara de mando se remonta a los inicios de 1780 cuando Valle de Guerra se erigió como Ayuntamiento, con 92 vecinos y teniendo como Alcalde a D. Salvador García. Desde ese momento formará parte del acontecer histórico y administrativo de este pueblo hasta 1846, fecha en la que el municipio pasaría a formar parte del de San Cristóbal de La Laguna junto con Punta del Hidalgo y Tejina.
Doña Concha Mendoza, defensora de la herencia patrimonial de Valle de Guerra y mujer muy involucrada en las actividades culturales de la sociedad de este pueblo, destacó desde muy joven por su vocación como maestra, enseñando a leer y escribir a todas aquellas personas que salían a trabajar desde las primeras luces del alba hasta el anochecer.
Emigrante a Venezuela para reunirse con su marido, a su regreso se dedicó a impartir clases como monitora en una Escuela Taller del Ayuntamiento de La Laguna y en distintos barrios de este municipio, colaborando con la Asociación de Vecinos Idafe en las semanas culturales de Valle de Guerra, así como con la Asociación de Amas de Casa Atlántica, cuyas actividades fueron un referente en las islas durante más de 30 años.
Su afán por enseñar la importancia y el respeto por la historia patrimonial del pueblo que la vio nacer, la han convertido en la primera mujer cuyo nombre se ha asignado a una de las calles de Valle de Guerra.
El hecho de que la vara de mando haya caído en sus manos tampoco es baladí. Ya sea por caprichos del destino o casualidades de la vida, también tiene su historia. Según palabras de Doña Concha, el objeto fue un regalo de su tío Francisco Herrera Bello quién la obtuvo a través de un «trueque» con «Juan el Secretario», biznieto del último secretario que tuvo el Ayuntamiento de Valle de Guerra en 1846.
La Vara de mando está fabricada en madera noble y posee una empuñadura y varios tramos con diversas decoraciones en metal. La cabeza de la empuñadura presenta un sello con un grabado que, debido al paso de los siglos, se ha ido borrando; así como un pequeño orificio por debajo de éste que atraviesa la madera y que ha permitido colocar un cordón de cuyos extremos penden dos borlas de color rojo.
Pero la vara esconde un secreto en su interior, y es que, tirando de la empuñadura se convierte en un florete de acero que servía como arma de defensa para su portador. Por lo que no sólo es un elemento que simboliza el poder del Alcalde, sino un «seguro » personal ante posibles ataques hacia su persona.
La pieza es, sin lugar a dudas, un objeto de gran interés por su carácter único e indudable valor histórico y antropológico, de ahí que la propia Doña Concha Mendoza lo haya conservado en una vitrina especial.
Con la donación de la Vara de mando, Doña Concha Mendoza transfiere parte de la historia de una comarca en la que, el propio museo desde sus inicios se ha comprometido con la difusión de su patrimonio cultural.