Como es habitual en estas fechas veraniegas, aquellos a los que les gusta mirar el firmamento tienen, durante el mes de agosto, una cita con una de las lluvias de meteoros más famosas: «las Perseidas».
Esta lluvia de estrellas es sencillamente un fenómeno atmosférico que producen pequeñas partículas de polvo provenientes del cometa Swift- Tuttle al atravesar la órbita terrestre y desintegrarse a una altura aproximada de unos 100 km. Estas partículas penetran entre el 17 de julio y el 24 de agosto en nuestra atmósfera a velocidades formidables, de casi 60 km/sg.
El momento cumbre en el que atravesaremos la zona en el que existe mayor densidad de partículas será la madrugada del día 13 de agosto (noche del 12 al 13). Para observarlo no se precisa ningún instrumento astronómico, simplemente nuestros ojos. Tumbados cómodamente en el suelo, en un lugar oscuro y mirando hacia arriba, habría que esperar a que los trazos luminosos de estos meteoros iluminen nuestra retina. Pero hay que tener en cuenta que estas partículas provienen de la constelación de Perseo (constelación donde está situado el radiante de la lluvia y del que recibe su nombre) y habrá que comenzar la observación no antes de su salida sobre el horizonte, es decir, a partir de la una de la madrugada. Cuanto más tarde, más alto estará situado Perseo y mayor número de meteoros podremos contabilizar, aproximadamente unos 80-100 cada hora en las mejores condiciones.
Por fortuna, este año coincide con la Luna en fase nueva y la luminosidad de nuestro satélite no molestará en la observación de los meteoros más débiles, disfrutando de esta manera de un espectacular cielo oscuro en el que destacará el inusual brillo de un astro de color blanco. Se trata del planeta Júpiter, que en agosto estará acercándose a la Tierra hasta su mayor acercamiento en la segunda quincena de septiembre. Visible a partir de las 23:00h hasta la salida del Sol, será una buena oportunidad para que, con pequeños instrumentos como unos prismáticos sobre un trípode o un sencillo telescopio, poder ver sus cuatro satélites galileanos moviéndose a ambos lados del planeta.