A lo largo de la historia del cine son muchos los momentos en que la cámara penetra en el interior de un museo. Tiroteos en el Guggenheim de Nueva York, asesinatos en el Louvre, robos en el Reina Sofía… Son diversas las tramas que llegan a desenvolverse en un espacio, en teoría, reservado a la cultura, y así sucede en películas como The International (Tom Tykwer, 2009), El código Da Vinci (Ron Howard, 2006) y El robo más grande jamás contado (Daniel Monzón, 2002), un grupo con el que establece cierta relación una de las películas que componen este ciclo: La hora de los valientes (Antonio Mercero, 1998), donde un celador del Museo del Prado rescata un autorretrato de Goya en peligro durante la Guerra Civil.
No obstante, el celuloide también se ha preocupado de transmitir ese potencial reflexivo que conlleva el interior de un museo, un lugar, en ocasiones, casi místico, donde se formulan todo tipo de preguntas sobre la historia, sobre valores estéticos, sobre las incógnitas del propio ser humano. Tanto en Viaggio en Italia (Roberto Rossellini, 1954) como en Un couple parfait (Nobuhiro Suwa, 2005) las protagonistas observan las estatuas del Museo Arqueológico de Nápoles, en el primer caso, y el Museo Rodín de París, en el segundo, en busca de una serie de respuestas que rebasan el sentido del arte acercándose al de la existencia humana. Cobrando así el museo, como el arte, un sentido metafórico muy potente en el desarrollo del film.
Metáfora o alegoría que toma todas las formas posibles en la filmación de las esculturas africanas procedentes del British Museum, el Musée Du Congo Belge y el Musée de l’Homme, en el mediometraje Les statues meurent aussi (1953). Chris Marker y Alain Resnais crean a través de estas imágenes extraídas de su contenedor occidental (sus respectivos museos), un ensayo sobre los males del colonialismo francés, el racismo y el efecto corrosivo de la mano occidental sobre el arte del continente africano. Un potencial alegórico el del arte y el museo, que le sirve a Aleksandr Sokúrov para repasar los últimos 300 años de la historia de Rusia en una película revolucionaria que recorre todo el Museo del Hermitage en un solo plano secuencia: El Arca Rusa (2002).
Por último, otra relación que ha tenido el cine y el audiovisual con el museo es la surgida a través de un interés promocional y didáctico. Algo que Nicolas Philibert ha superado con su documental La Ville Louvre (1990), donde se le revela al espectador los secretos mejor guardados del gran museo francés, su estructura de trabajo, sus protocolos… En definitiva, aquello que se encuentra detrás del telón y que, a pesar de ser el día a día de cualquier museo, pasa desapercibido y, sin embargo construye las delicias museográficas que consiguen el deleite del visitante.
PROGRAMA:
2 diciembre: La hora de los valientes, de Antonio Mercero. 1998. 113 min. Color. Drama. A las 20:00h. Entrada gratiuita.
9 de diciembre: La Ville Louvre, de Nicolas Philibert. 1990. 84 min. Color. A las 20:00h. Entrada gratiuita.
16 de diciembre: Russkiy Kovcheg (El Arca Rusa), de Aleksandr Sokúrov. 2002. 96 min. Color. A las 20:00h. Entrada gratiuita.