Ciencia encriptada: «Sobre la existencia de un oasis en el desierto submarino»

Ciencia Encriptada

 
 

«Sobre la existencia de un oasis en el desierto submarino»


La tensión se palpaba en el ambiente. Sabían que la zona a la que se acercaban tenía unas condiciones absolutamente hostiles para la vida, incluyendo la de los propios investigadores que conformaban la expedición. El batiscafo que los transportaba rastreaba el fondo marino a unos 2500 metros de profundidad, en la más completa oscuridad y donde la temperatura del agua no superaba los 4ºC, similar a la que proporciona cualquier refrigerador doméstico.

Como científicos, eran conscientes de las características físico-químicas y biológicas del ecosistema en el que se encontraban. Sabían que las llanuras abisales ocupan casi la mitad de los fondos oceánicos del planeta. Situadas entre los 3000 y 6000 metros de profundidad, su pendiente solo comienza a ascender al acercarse a los taludes continentales e insulares, o a las dorsales submarinas, crestas con alta actividad tectónica en las que el vulcanismo activo genera el nuevo fondo marino. En esta vasta extensión existe muy poca vida macroscópica. Los fotones procedentes de nuestro sol, fundamentales para la generación y mantenimiento de la vida tal y como la conocían, son absorbidos rápidamente por las masas de agua y, por tanto, incapaces de atravesarlas más allá de los primeros 200 m de profundidad. Por ello, en este oscuro paraje, la energía solar no puede ejercer su influencia y los vegetales, principales productores primarios que conforman la base de la cadena alimenticia, no existen aquí. Los escasos organismos que podían observar se limitaban a los producidos en esporádicos avistamientos de ejemplares que se esforzaban en sobrevivir gracias al limitante mana oceánico o lluvia marina de los pocos nutrientes que llegan lenta, pero continuamente, de las productivas capas superficiales del océano.

La expedición se desarrollaba en este desierto submarino en el que se encontraban, en medio de un paisaje de desolación, pero motivados por un fuerte ánimo exploratorio. Las luces externas del sumergible apuntaban al homogéneo y vacío fondo oceánico, y por más que avanzaban, no aparecía novedad alguna que pudiera amenizarles el trayecto. Y de repente, tras un largo y aburrido viaje en aquella nada, notaron como algo estaba a punto de cambiar. Pudieron sentir como la incomodidad generada por el frío reinante se disipaba. Una sensación de bochorno invadió aquel gélido submarino, como si de un impulso sobrenatural se apoderara de ellos, avisándoles del espectáculo que estaban a punto de presenciar.

En aquella extraña calidez del fondo abisal se levantaba un oasis completamente inesperado. El desierto dio paso a una explosión de vida totalmente impensable a esa profundidad. Eran organismos sésiles en su mayoría, pero de unas dimensiones y abundancias del todo irracionales. El sustento necesario para mantener aquel ecosistema debía de ser enorme, pero a la vista no se veía ninguna fuente de alimento que pudiera sugerir semejante vergel.

Antes de comenzar el ascenso de vuelta a superficie procedieron a recoger algunas muestras, que incluían sorprendentes ejemplares de casi dos metros de longitud. En el laboratorio les esperaba un arduo trabajo en el que analizarían el metabolismo de las especies recolectadas, y donde tratarían de descifrar de dónde procedía el flujo de energía que mantenía vivas aquellas comunidades tan alejadas de la luz del sol.

  • ¿En qué lugar se encontraban los exploradores protagonistas de esta historia?
  • ¿Qué tipo de organismos encontraron?
  • ¿De qué se alimentaban y cómo lograban sobrevivir?
  • ¿Existen más comunidades de este tipo en otras zonas del planeta?


Autor: Alejandro de Vera Hernández
Conservador de Biología Marina del MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología