Maclaren, el guía, está algo preocupado. No cabe duda de que su invitado es un científico y naturalista de gran valía y amplísima erudicción: filosofía, medicina, anatomía comparada, ictiología, paleontología... Habla seis idiomas con soltura, ni más ni menos. Además, tal y como le habían comentado, es un hombre realmente encantador. Su sonrisa, su optimismo y sus gestos amistosos y francos han sido constantes durante toda la jornada. Maclaren se siente muy honrado por haber podido compartir la gran afición de su vida, la geología, con un personaje así. Pero una pequeña sombra oscurece este magnífico día de campo, en que incluso el buen tiempo, tan escaso en Escocia y más en esta época del año, ha acompañado la ocasión.
El objetivo de la excursión organizada por Maclaren es claro: llevar a su invitado a determinados puntos donde es posible observar, en las rocas que rodean la ciudad, unas curiosas marcas y formas. Puntos en los que la superficie de las roca aparece alisada pero a la vez surcada por estrías, pulida y arañada por una fuerza poderosa e invisible que no se puede discernir. Esas evidencias podrían confirmar la teoría que su invitado acaba de enunciar, tras viajar por todo el país en compañía de otro ilustre científico, William Buckland. Una teoría sorprendente y revolucionaria que el propio Maclaren, como editor del periódico The Scotsman, ha tenido el privilegio de publicar, por una serie de afortunadas circunstancias, en portada y en primera plana hace apenas veinte días. Publicar una primicia periodística de este calibre, con un éxito tan arrollador, es algo que no sucede todos los días...
Pero en todos los lugares que acaban de visitar, ante todas las rocas que le ha ido mostrando durante la excursión, su invitado ha manifestado dudas. No está del todo seguro de que esas formas se deban a la acción del potente elemento que, si la teoría es cierta, debió cubrir toda Escocia en épocas geológicas pretéritas. Y Maclaren ya no sabe cómo ayudarle; no conoce más lugares donde pueda mostrarle estas estructuras alrededor de la ciudad. Es su última oportunidad...
El grupo se acerca a la pared rocosa. Maclaren señala varios puntos de su superficie. De manera inmediata, el visitante pronuncia con entusiasmo la frase que disipa todas las dudas y las sombras, y que convierte al editor del periódico The Scotsman en un hombre plenamente satisfecho y feliz.
La frase que pasará a la historia de la ciencia.
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Juan J. Coello, técnico del Museo de Ciencias Naturales
MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología