Desde que el científico y naturalista sueco Carl Nilsson Linæus se propusiera meterle manos a ese maremágnum de especies que actualmente conocemos con el nombre de “biodiversidad” –tarea que Aristóteles intentó hacer muchísimo tiempo atrás– y publicara sus dos obras fundamentales (Systema Naturae y Species Plantarum) a mitad del siglo XVIII, comenzó para los zoólogos y botánicos la “taxonomía científica” y se creó la estructura binomial básica que sigue vigente en nuestros días, con el latín como lengua universal e inalterable con el tiempo para nominar a las especies.
A lo largo de su vida, Linneo llegó a describir miles de especies de plantas y animales, desde la banal y molesta mosca doméstica hasta delicadas y exclusivas orquídeas exóticas, utilizando en sus publicaciones la forma latinizada de su nombre, Carolus Linnaeus, que cambió definitivamente por Carl von Linné después de recibir el rango de noble en 1761. Dos siglos y medio después, las especies conocidas en el mundo rondan la friolera de dos millones, cifra que representa el 20% del total estimado de especies existentes en el planeta; y para más asombro, sin contar microorganismos como las bacterias.
Todo ello se ha hecho, ni más ni menos, comparando el material que constituye posibles nuevas especies con especímenes-tipo (de especies ya conocidas) depositados en museos, universidades u otras instituciones, o en colecciones particulares. Estos tipos son en realidad “especímenes patrones” que nos permiten constatar las similitudes y diferencias con otros ejemplares pertenecientes a la misma o a otra especie. Parafraseando a mi inolvidable amigo y compañero de trabajo ya desaparecido, José Manuel Fariña Trujillo, siempre tan afín a la didáctica de la biología y a quien dedico esta pequeña nota, podríamos trazar un paralelismo entre el Tipo de una especie y la barra patrón de platino e iridio que se encuentra depositada en la Oficina Internacional de Pesos y Medidas de París y que, desde 1889, materializa internacionalmente a la principal unidad de longitud: el metro.
La palabra “metro”, proviene del griego metron, que significa “medida”; de igual forma, el tipo de una especie nos sirve para medir (comparar) exactamente los caracteres que definen a esa especie en concreto y será el modelo que nos permitirá establecer con claridad si estamos ante una nueva especie aún no descrita. De esta forma se estudiaron y describieron las 14 especies de pinzones que descubrió Charles Darwin en las islas Galápagos durante su viaje en el Beagle, y que formaron parte del grueso volumen de pruebas en que se basó para formular su conocida teoría sobre el origen y evolución de las especies en 1859; así describió también el zoólogo francés Maurice Brullé más de 100 especies endémicas de insectos de Canarias, colectadas por los botánicos Sabin Berthelot y Philip Barker Webb en su viaje al archipiélago, recogido en Histoire Naturelle des Îles Canaries (1836-1850); y así continúan haciéndolo numerosos biólogos marinos y terrestres que estudian la fauna y flora del mundo en general y de nuestro archipiélago en particular.
En muchas ocasiones, los especímenes tipo resultantes de investigaciones taxonómicas son depositados en instituciones públicas o privadas para su conservación con el paso del tiempo, como legado a las generaciones futuras y como instrumento universal indispensable para posteriores estudios científicos de biodiversidad. En nuestro caso, el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife alberga una colección de tipos, que nosotros llamamos Tipoteca, de especies de distintos grupos zoológicos y botánicos. Concretamente en Entomología, el número de especímenes tipo se aproxima a los 1.500 –contando las diversas categorías típicas existentes, que no viene al caso enumerar en este artículo– y han de ser preservados en nuestra Institución como patrimonio natural de primera magnitud, pues constituyen los “patrones” que definen a unas 200 especies y subespecies de artrópodos terrestres endémicas de Canarias o de la región macaronésica, especies imposible de encontrar en ninguna otra parte del mundo.
Gloria Ortega Muñoz, Conservadora de Entomología del Museo de la Naturaleza y el Hombre