Hoy niñas como Greta Thunberghan revolucionado las conciencias y han motivado a niñas y niños de todo el planeta para actuar contra la Contaminación. No todo está perdido, nos queda la esperanza. Según un informe de la ONU, elaborado por un grupo de científicos internacionales, a través de su portador, el investigador Ottman Edenhofer: “…tenemos que despedirnos del sistema económico actual”…“las emisiones de gases de efecto invernadero aumentan a un ritmo cada vez mayor. Solo con un cambio institucional y tecnológico en los próximos 15 años habría probabilidades de evitar el desastre.”
El cambio climático traerá más pobreza, éxodos y violencia. La acción, es decir, poner todos los medios contra la contaminación, representa un 2% del PIB internacional, la no-acción, el 20%. …“la OMS cifra en siete millones al año las muertes por contaminación”. Es causa de uno de cada ocho fallecimientos.
Dice un proverbio árabe que el mejor adivino es el mejor calculador. Les confieso que no me considero ni una cosa ni la otra. Tampoco sé de los enrevesados vericuetos de la mente humana lo suficiente como para comprender a quienes anteponen la avaricia a cualquier empatía con la vida que no sea la suya propia: deberían ser perseguidos como sanguinarios delincuentes. No los imitemos, ¡hagamos algo! ¡Ya! Llega un momento en el cual el ser humano deja de encajar en el Planeta Tierra. Ya no es parte armónica del todo. La explosión demográfica unida a la necesidad de más alimento y viviendas nos llevó a la Revolución Industrial, 1760/1800, tal vez, da inicio o marque el punto de arranque de la contaminación general. Otros factores como el automóvil, el avión, trenes y barcos, cada vez más sofisticados, requieren más petróleo. El cemento y el plástico son otros factores decisivos, altamente contaminantes. En los últimos tiempos, el plástico sea, tal vez, el icono de la contaminación.
Me voy a permitir la licencia de hacerles partícipes de un paralelismo que he encontrado entre el hecho de la destrucción del planeta Tierra (único que hace posible la vida) por parte del ser humano y algunos virus como destructores del ser humano que en muchos casos es el único lugar donde puede sobrevivir. No sabemos mucho del virus (ni siquiera sabemos dónde ubicarlo, si en el reino animal o el vegetal). Si es cierto que, comparativamente a lo que sabíamos hace un siglo, ahora sabemos mucho más, información que incluye teorías, mejor decir, estrategias con tácticas fantásticas para introducirse en el organismo humano, por ejemplo, la seducción con los llamados cofactores (las diversas faunas que viven sobre nuestra piel).
¿Por qué nos matan estos virus? durante años no supe encontrar una respuesta convincente hasta que cierto día, me di cuenta de que debía cambiar la pregunta. El error lo había provocado mi vanidad que es la vanidad del ser humano de considerarse el centro del universo, es ser importante por encima de cualquier otro.
Comprendí entonces que para los virus (millones de años anteriores a nosotros), sólo somos un campo de batalla, la guerra no es con nosotros es entre ellos. Esto me llevó a comprender que nuestra guerra no es con el resto de los seres vivos sino con nosotros mismos. Triste panorama del hombre contra sí mismo.
El año 1973 se me abrió con una petición. Venía de una asamblea estudiantil en la Universidad de La Laguna en la que se me urgía a escribir y dirigir un espectáculo. La policía había detenido a la compañera Dumi, mientras repartía octavillas antifranquistas, amenazándola con una “sentencia ejemplar”. Los organizadores hablaron con el prestigioso abogado madrileño Jiménez de Parga, quien había accedido a defenderla gratuitamente. Pero se necesitaba dinero para el pasaje de avión, hotel y demás gastos. Inmediatamente me puse manos a la obra, escribí el guión y lo titulé “Recital sobre la amistad”. Mezclé música, imagen y pantomima, paralelamente fui conjugando las diversas actuaciones, jugando con los silencios y el canto del pájaro canario a fin de conseguir una catarsis colectiva. Duró dos días, primera y segunda parte, se consiguieron los objetivos y gustó bastante en honor a la verdad. Pasadas unas semanas no paraba de darle vueltas a la cabeza. Llegué a la firme conclusión de que ese era el camino que debía seguir para dar a conocer públicamente mis argumentos ecologistas. Recabé información local, a nivel mundial en el 73 o no existía o aquí no llegaba. Luego buscando acólitos, los primeros estaban cerca, el conjunto Grupo Salvaje, que en ese tiempo ensayaban en mi casa, cuatro jóvenes inteligentes, sensibles y excelentes músicos, amigos de siempre: Roberto Cabrera, Antonio Ariza, Jorge Manuel Abreu (Manolo el Pota) y Servando Díaz. A ellos les conté mi intención de montar un nuevo espectáculo, esta vez dedicado a la contaminación. De inmediato se sumaron entusiasmados. Escribí el guión y me puse a la labor de ponderarlo. Tras varias gestiones conseguí que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife lo incluyera el programa en las Fiestas de Mayo de 1974 y cediera el Teatro Guimerá para su realización. Del Cabildo, 250.000 pesetas. De la empresa de gaseosas La Casera un cartel (mil copias), otras mil de otro cartel las pagó THISA (Hierros de Tenerife S.A.). Del dinero del Cabildo también se pagaron otros mil. Se fueron incorporando nuevos acólitos, el primero, una vez más, nuestro MacGyver, Pedro Batista, también José Antonio Rodríguez (Toni el Gato), Tinerfe, Regal, Paco Rojas y su novia Elena, Rosa, Mari, Olga Regalado, Loli y otros músicos como Jesús el cubano, Agustín Argani, los hermanos Niebla, Mauricio Ojeda Hayek, Edmundo Hernández, Juanmi Rodríguez, Francisco Carlos, Coro Cifuentes, Francisco Guerra, Ramón García Alonso, Manolo Mateos, Urbano, Carmen Reyes, Genaro Benítez, Francis Gallo…colectivo al que se denominó Plástica 74.
Muchas veces me he preguntado por qué me obsesioné con un tema que a nadie parecía importarle, es más, no se hablaba de ello, y muy poco lo hacían los medios (prensa, radio, televisión). Así que cada vez que me pronunciaba sobre ello ante los demás, afloraban sonrisas condescendientes con la ocurrencia del artista. Debo trasladarme a 1967, cuando era un joven muy ocupado entre estudios, arte, actividades antidictatoriales y tonteo con las chicas, que para todo había tiempo, claro que solo dormía entre cuatro y cinco horas. La actividad era vertiginosa durante el día y por la noche: reuniones clandestinas, pegar carteles o hacer pintadas prohibidas y correr siempre delante de la policía.
Puesto que los dos vectores que han definido mi existencia son la ética y la estética es de suponer que la primera luz me llegara a través de ellas. Mi infancia transcurrió entre Santa Cruz y el Valle de San Lorenzo, lugar tal cual yo concebía el Edén. La larga y sinuosa carretera, por otra parte, única en el sentido de que no había otra, iba mostrándome las altas montañas verdes, en invierno blancas por la nieve, las singulares medianías de isla montuosa con sus específicos cultivos, los pueblos desparramados, pequeños, cálidos, acogedores, bellos, las cuidadas huertas donde crecían frutales y verduras, las parras cerca de las casas, las plazas, iglesias, el edificio del ayuntamiento y el casino. Remanso de sosiego, abajo el mar que yo creía infinito.
Al llegar a Santa Cruz un fogonazo, un destello de disparo en la oscuridad, rompía todo el escenario anterior, la idílica ciudad herida por humeantes chimeneas y grandes torres de grotesca apariencia. Mi pequeña nariz saciada de gratos olores, aromas y perfumes de la naturaleza, rechazaba asqueada esos pestilentes humos. Mi sempiterna compañera, mi bisabuela María, me consolaba dándome besos mientras me susurraba: “Ya verás, algún día desaparecerá”.
Santa Cruz era verdaderamente bella, aún albergaba fincas de plataneras y numerosas huertas, unido a las arboladas plazas, los parterres de las ramblas. Era una alfombra de multitud de verdes salpicada de rojos, rosas, amarillos… El muelle, el puerto donde siempre habían atracado barcos, los pescadores, comerciantes, intensidad, bullicio, alegría, trabajo. Es por todo esto por lo que la insalubre refinería la llevaba en la retina de mis ojos clavada, sangrante y probablemente eso me llevó a una actitud militante como ecologista.
Mi casa se convirtió en un hervidero, músicos ensayando y componiendo, Pedro Batista liado con la tramoya, las chicas de la mímica sacándole punta a las parodias, los dos pisos abarrotados de gente, en medio quien les cuenta esta historia tratando de que nada se saliera de la estructura general, que todo estuviera conectado armónicamente obedeciendo a la premisa de los niveles de atención de la audiencia. De pronto llegaba alguien con nuevas fotos, dibujos, esculturas, pinturas, diapositivas…técnicos discutiendo sobre las luces, Santiago Reig de MusiCanarias que nos cedió todo el equipo (altavoces, bafles, mesas de mezcla, efectos especiales), pues logré convencerle de la importancia de parar o al menos ralentizar ese monstruo que se cernía sobre la salud del planeta.
Año 1974: La puesta en escena, el año abrió su boca voraz dispuesto a engullir lenta e indiferentemente sus doce meses. Nuestra pasión lubricaba sus ejes de manera que el tiempo exhausto parecía no poder llevar nuestro ritmo. Hacíamos que el sol y la luna bailaran juntos, las ojeras profundas y oscuras ponían antifaces en nuestras jóvenes caras.
Llegó marzo: los nervios se tensaban, se había avanzado bastante en la parte musical, pero otros aspectos presentaban aún muchos flecos. Yo no disponía de mucho tiempo pues por las mañanas y dos horas por la tarde trabajaba en Telefónica. Mi hija Ruth nació el día 23, caí en estado de shock, era lo más maravilloso que me había ocurrido. Tardé una semana en reaccionar. Gracias a ella, soy abuelo de la preciosa Nadia. El guión quedó dividido en tres partes, tanto en lo físico como en lo conceptual. La primera parte, “Análisis”: ritmo lento imágenes pausadas, mímica y danza. Segunda parte, “Sensibilización”: ritmo medio in crescendo, igual que lo demás. Tercera parte, “Motivación”: ritmo de rock, parodia del ataúd, danza macabra. Los mensajes quedaban remarcados en las letras de las canciones: “¡Contaminación! ¡Contaminación! En todo lugar, en cada rincón. En tus manos está”, decía una de las canciones. Con los fotógrafos y ayudantes Paco Rojas, Regal y Tinerfe habíamos hecho unas diapositivas paisajísticas donde se incluían mensajes tales como: ¡No a la tala de los bosques!”,” ¡No al CO2!”, “¡No al calentamiento de la Tierra!”. En el vestíbulo del teatro se organizó una exposición de dibujos, pinturas, fotografías y esculturas sobre la contaminación creando el pre-ambiente.
Unos días después llegó de Madrid una carta certificada del Ministerio del Interior dirigida a mí, considerándome responsable absoluto del espectáculo. Me imponían una multa que rondaba el medio millón de pesetas de la época, el delito por pegar carteles en lugares no autorizados. De siempre se habían pegado carteles en sitios que en decenas de años se habían convertido en emblemáticos para anunciar todo tipo de eventos: circos, teatro, cantantes, lucha, boxeo…Noqueado por este aviso me fui a ver a mi amigo el abogado Alfredo Horas Casanova, no encontraba la ley por ninguna parte. Tuvo que llamar a Madrid. La ley la había promulgado Fraga Iribarne en 1966. Tiene de curioso que solo se me aplicó a mí.
Nosotros solo pusimos un grano de arena, lo grande lo haría Greenpeace posteriormente. Solo fuimos los primeros (creo que a nivel mundial) en realizar un espectáculo total haciendo que intervinieran casi todas las disciplinas artísticas. Hoy se conocen como espectáculos multimedia, pero en aquel tiempo no existían. Para denunciar un problema que nosotros considerábamos que crecería sin límites, de forma exponencial, era necesario atajarlo cuanto antes, aún estábamos a tiempo.
Hoy, tristemente, el ahora es más breve, los nubarrones se ciernen sobre la humanidad; también sobre los que aún no han nacido. Queda poco tiempo para el desenlace final, y si no, reflexionemos sobre las últimas noticias…
Nicolás Rodríguez Kolia es artista plástico y primer promotor del espectáculo Contaminación