Gracias a Temperance Brennan y a Seeley Booth y a sus intrincados quehaceres en la serie «Bones», el público ha conocido la Antropología Forense y la ha asociado a enormes laboratorios con decenas de personas danzando de acá para allá ante sofisticadas máquinas. Y si bien la realidad de esta disciplina es más modesta, sus resultados no son menos esclarecedores que los que podemos ver en la serie de televisión.
La existencia del Instituto Canario de Bioantropología (ICB), creado en 1993, quizás sea más conocida fuera del Archipiélago que dentro. Depende de Museos de Tenerife, Organismo Autónomo del Cabildo Insular, y tiene sus dependencias en el Museo de la Naturaleza y el Hombre, en Santa Cruz. Bajo la dirección de Conrado Rodríguez, este instituto desempeña, entre otras labores, la investigación de los restos bioantropológicos que son encontrados enla Isla y de otros procedentes de diferentes países de América Latina en el contexto de los desaparecidos. Los equipos forenses que trabajan en esos países han requerido con frecuencia el asesoramiento y apoyo del ICB, que también tiene convenio de colaboración con el Ministerio de Justicia a través dela Delegación en Canarias del Instituto Nacional de Toxicología.
Una sección del ICB es la de Genética y en el Instituto nos explican que “la identificación genética nos permite diferenciar individuos y distinguir el origen de los materiales animales y vegetales, con lo que podemos extraer abundante información para realizar estudios poblacionales y de las condiciones de vida de los aborígenes”. Además, se puede trazar una semblanza genética de los habitantes prehispánicos de las Islas y autentificar las piezas que llegan al Museo Arqueológico. Igualmente, en el contexto arqueológico el ICB colabora con instituciones foráneas y ha prestado colaboración, por ejemplo, a universidades extranjeras con el fin de identificar agentes patógenos presentes en restos esqueléticos.
Justicia para los restos
Juicios como el que recientemente acaba de condenar al ex dictador de Guatemala Efraín Ríos Montt por genocidio y delitos de lesa humanidad no serían posibles sin el concurso, entre otras disciplinas, dela AntropologíaForense, que interviene para determinar restos cuya identificación no es posible sin un estudio detallado: huesos, restos muy fragmentados o quemados, etc. Así, esta especialidad se convierte en una herramienta muy útil de la justicia que las víctimas y sus familiares esperan y merecen.
Tras la caída de las dictaduras en América Latina a partir de los años 1980-90, se fueron formando equipos multidisciplinares (Equipo Argentino de Antropología Forense, Fundación de Antropología Forense de Guatemala, Equitas en Colombia, etc.) para la identificación de las víctimas. El trabajo preliminar de investigación traza el camino desde el desenterramiento hasta la mesa del laboratorio, donde se buscará averiguar los datos básicos de la persona: edad, sexo, estatura, estado de salud y causa de la muerte (cuando sea posible). A esto se ha incorporado en los últimos decenios la necesidad de dibujar un perfil genético que dé mayores garantías a la identificación y, sobre todo, que sirva como prueba ante los tribunales.
Desde que en 2003 lo pidiera por primera vez el Equipo Argentino de Antropología Forense, el ICB ha colaborado frecuentemente en la investigación sobre víctimas de las dictaduras latinoamericanas, tanto en el propio trabajo de laboratorio como en la formación de personal en Antropología y Osteopatología Forenses, impartiendo cursos propios o participando en otros organizados por diferentes instituciones. Gracias al ICB, han mejorado su formación técnicos e investigadores de países como Argentina, Colombia, Chile, Guatemala o Chipre.
Conrado Rodríguez explica que el apoyo prestado a los equipos de Antropología Forense de América Latina se ha centrado, fundamentalmente, “en los estudios de patología, que a menudo ayudan a confirmar la identificación”, y recuerda el caso de un culturista que pudo ser reconocido gracias a los marcadores de actividad física de sus restos.
Los estudios a los que son sometidos los huesos y otros restos no sólo revelan la identidad y causa de la muerte, sino que ayudan también a esclarecer el lapso de tiempo transcurrido entre la detención y el fallecimiento (por el estado de evolución de las fracturas y otros traumatismos, por ejemplo), o los diferentes métodos de tortura, testimonios que luego devienen en imprescindibles ante una autoridad judicial. Conrado Rodríguez asegura que, en este trabajo, se es testigo de atrocidades impensables, porque las historias que cuentan los restos pueden llegar a ser terribles.
Estos “detectives de los huesos” desentrañan los misterios que las víctimas no pueden revelar y que los verdugos no quieren que se revelen. Su silencio se vuelve voz en manos de los antropólogos forenses, y el ICB aporta desde Tenerife su experiencia y conocimiento para conseguirlo.
Ana Belén González Hernández, Periodista.