No sé ustedes, pero aunque sea por salud mental, parece que tengo la necesidad de mirar hacia adelante, de imaginar un futuro. Hace unos días con mi hijo mayor – porque ya saben que estamos en esa tesitura de ser maestros, en mi caso de infantil y primaria-, hablábamos de las etapas de la historia. Entre unas cosas y otras, terminamos reflexionando sobre el hecho de que esta fase de confinamiento, esta incertidumbre respecto al avance de algo invisible y a sus consecuencias, aparecerá en un futuro no muy lejano en los libros de historia. ¿Cómo será abordado el hecho? No lo sabemos, pero como en otros casos, habrá caras de una misma moneda, interpretaciones, aristas silenciadas, posturas encumbradas. Incluso hoy, lo que se vive en mi casa, no es lo mismo que lo que está pasando la vecina del 5º, o en el pueblo de mis abuelos, o en el país donde vive mi cuñado, o en la tuya. Por cierto, espero que estés bien.
En toda esta vorágine de cifras, de informaciones, de decretos, de bulos, de consecuencias económicas, de realidades nuevas, de expectativas, de emociones contenidas, de aplausos, de lágrimas, de noches de insomnio, de videoconferencias, de propuestas para hacer, para leer, para cocinar, para ejercitar el cuerpo… a mí me sigue asaltando una misma duda. Bueno, en realidad muchas, como a todos, pero en relación con lo que me trae hoy aquí, sigue siendo la misma duda desde hace mucho tiempo. Ahora simplemente resuena más fuerte, aparece y desaparece de mi cabeza, pero en los últimos días se extiende, quizás porque compañeros de profesión en otros puntos del globo, se hacen la misma pregunta. Si antes de que esto llegara a nuestras vidas, los museos trataban de afianzarse como agentes de transformación social, como espacios para compartir y abordar preocupaciones de la comunidad de su entorno, en una lucha constante con las estadísticas de público y la visión de éste como cliente en vez de como generador de contenidos, ¿qué harán en el nuevo orden o desorden que surgirá tras este confinamiento? Muchos de ellos se han visto en la tesitura de abrir de golpe sus ventanas digitales y es ese “no lugar”, en el que coincidimos, el que sustituye ahora a las salas de los museos, los patios, los salones de actos, las salas de exposición.
No se trata solo de responder a la pregunta desde un punto de vista económico. Sabremos que vendrán recortes. No será la primera vez ni el primer motivo para hacerlo. Tampoco se trata solo de responder a la pregunta desde el punto de vista del número de visitantes presenciales. Irán volviendo poco a poco y siempre nos quedará la ventana digital. Menos aún se trata de responder respecto a su plantilla, todas y cada una de esas personas que visibles o no, mantienen el engranaje, las colecciones, los espacios, la vida de los museos. Esas personas ya no seremos las mismas. Se trata en realidad, en pleno debate de la nueva definición de museo ahora ralentizado por la pandemia, de decidir qué museo queremos ser. Y si antes de todo esto ya era difícil concretar esa esencia, es probable que cuando volvamos a poder abrir las puertas, sea aún más complejo. Pero la diferencia es que será necesario hacerlo, por fin.
En el año 2008 Educathyssen lideró el I Congreso Internacional de Educación. Su título, igual que el de su segundo congreso en el 2012, el tercero en el 2016 y el cuarto – ya no congreso, sino encuentro- que se pospone al 2021, me han resultado siempre reveladores de en qué situación estaban los museos. El equipo humano del Servicio Educativo del Museo Thyssen, – su anterior jefa, Ana Moreno Rebordinos, abrió el I Encuentro de Educación, Museos y Comunidad de Museos de Tenerife en el año 2017 (https://www.museosdetenerife.org/mha-casa-lercaro/evento/4641)-, manejan algo así como una suerte de habilidad premonitoria respecto al presente y futuro de los museos, probablemente debida a una permanente reflexión sobre su labor profesional y a una formación autodidacta que se mueve entre la sabiduría de la experiencia, y la capacidad para entablar conexiones más allá de las paredes del museo: conexiones con el público, con otros agentes, con otros museos, con museos en otras partes del mundo, con profesiones no habituales en los museos…Es curioso advertir, entonces, cómo las temáticas de esos congresos bianuales han seguido un derrotero tan ilustrativo del estado vital de la educación en los museos. La primera convocatoria de ese congreso se centró en la formación de los educadores, la segunda animó a reflexionar partiendo de las acciones educativas que normalmente se llevaban a cabo (De la acción a la reflexión), la tercera convocatoria siguió insistiendo en la continua necesidad de Repensar los museos. Y ahora, antes de que un decreto nos situara en este estado de alarma, el Thyssen parece que se anticipaba de nuevo a lo que estaba por venir, sin saberlo, con el título para su próximo encuentro: Cuando todo arde. Museos y educación en tiempos de emergencia.
La finalidad de estos encuentros eshacer visible y reivindicar la educación en museos como una de lasfunciones principales de estos espaciosy situar a la sociedad enel centro de las institucionalidades, se afirma en su página web (https://www.educathyssen.org/centro-estudios/cuando-todo-arde). No se trata de establecer la función educativa como la más esencial del museo. De hecho, se trata de poner en equilibrio todas las funciones, porque todas son necesarias, se retroalimentan unas a otras. Ese justo medio nos hace mejores instituciones, nos permite la convivencia armónica – que no competitiva-, de las actividades de masa y macdonalizadas, y las acciones modestas, a una escala menor, alejadas, pero no al margen, del entretenimiento o el ocio, y más centradas en el cambio social, o en tratar de hacer de los museos espacios realmente abiertos y democráticos.
Entonces, el título de ese encuentro que está por venir, no se sabe si en modalidad presencial y en streaming, como hasta ahora, o solo en streaming; ese enunciado de Cuando todo arde. Museos y educación en tiempos de emergencia parece haber vuelto a anticipar la necesidad imperiosa, -como la de reconstruir las estructuras después de un incendio y la de activar toda una serie de ayudas sociales para las personas que vivían en ellas-, de replantearnos de una vez qué museos vamos a ser a la vuelta. Asuntos como las migraciones, la uniformidad cultural, las cuestiones de género, las que tienen que ver con procesos coloniales y decoloniales, el surgimiento de ideologías reaccionarias o el desastre medioambiental, son preocupaciones de nuestros públicos que deberían tenerun reflejo en nuestras instituciones,colecciones y exposiciones. Ahora habrá que añadir la preocupación por la incertidumbre, por el futuro inmediato.
En el 2015, en su charla El futuro ya pasó, el presente está por venir, Estévez lo enunció alto y claro: si los museos han de comprometerse con sus comunidades, el debate del futuro de los museos ha de ser también un debate sobre el futuro de la gente. Parece entonces, que ahora esta pandemia vuelve urgente retomar, continuar o quizás iniciar, en serio, ese debate. Quizás venga bien aquí también, lo afirmado por Rufino Ferreras, responsable de Desarrollo Educativo del Thyssen, en una entrevista online (https://elpais.com/espana/madrid/2020-04-13/si-los-museos-acompanan-a-la-gente-durante-este-aislamiento-se-llenaran-mas-que-antes.html): las oportunidades, la que nos está ofreciendo esta frenada en seco, hay que planificarlas.
En este sentido me acojo como en un abrazo a lo escrito por Emilio Lledó en su publicación Sobre Educación: las palabras con las que expresamos nuestras preocupaciones acaban cayendo, sin merecerlo tal vez, en el pozo sin fondo de la irrealidad que a fuerza de “decirse sin hacer” es una forma bajo la que se oculta la deformación social. A estas alturas, las teorías pedagógicas “razonables” sólo deberían formularse para una política que sea capaz de realizarlas, para una política verdaderamente humana”. Luego los museos, o para empezar por nuestra casa, Museos de Tenerife, debería continuar en la tarea de hacer, estableciendo estrategias realmente realizables. La primera de ellas, no obstante, debe concretar qué museo queremos ser o en palabras de Fernando Estévez, qué museos nos gustaría tener. Pensar colectivamente sobre nuestros museos.
Como todo y como todos, los museos tienen su historia. Una historia general, concreta, específica, jalonada de hitos que generaron cambios. De las colecciones reales o particulares en gabinetes de curiosidades, al museo como mausoleo, al museo como elemento de masas, ¿hasta llegar al museo como agente de cambio? Me gustaría pensar que en Museos de Tenerife seguiremos juntos hacia la acción reflexiva, dejaremos atrás ese “decir sin hacerse” y generaremos cambios capaces de ser realizados, para centrarnos en lo importante: las personas. Las de dentro y las de fuera, diluyendo esa diferencia. Quizás dentro de 50 años, al referirnos a la historia de los Museos de Tenerife, el año 2020 sea mencionado como el momento de transformación, porque nunca se nos “brindó” antes un tiempo tan valioso para la reflexión, ni se nos puso por delante la necesidad imperiosa de definir por fin qué museos queremos ser y tener.
Desde Argentina, Sebastián Bosch me recordaba hace poco, invitándome a bucear en la publicación digital Pensando museos (https://pensandomuseos.wordpress.com), que los puntos en común que atesoramos en el II Encuentro de Educación, Museos y Comunidad en octubre del año pasado (https://www.museosdetenerife.org/mha-casa-lercaro/evento/5344), se calientan ahora rozando la explosión. También lo hacía Pere Viladot, entre otros, desde Barcelona. La cuestión, entonces, respecto a los museos tras esta pandemia, no nos la estamos planteando solamente aquí. Pero el mero hecho de que en distintos puntos del globo, desde nuestras conexiones y redes, podamos constatar que la preocupación es común, nos lleva a la conclusión y al mismo tiempo, al punto de partida, de que esto ya no puede esperar.
Así que en palabras de Bosch, si el ser tiene un componente contextual ¿Qué es lo que no puede ser un museo en tiempos de pandemia? ¿Qué le podemos pedir a aquellas instituciones que aún abiertas no se piensan con espíritu crítico en términos de afecto, empatía, solidaridad, fraternidad, inclusión y accesibilidad? Quiero creer que lo que podemos pedir y ofrecer, según en qué punto estemos, es por lo menos comprometernos a empezar a pensarnos con ese espíritu crítico.
Gracias por llegar hasta aquí entre tanto ruido. Quizás si lo has hecho es, porque podemos ir de la mano en ese compromiso por empezar a pensar qué museos queremos ser. Cuídate.
Ruth Azcárate Miguel, Técnico Superior del Museo de Historia Y Antropología
Imagen: Detalle de instalación en el Museo Doctor Guislain (Gante)