La bula Dum diligenter –de 15 de mayo de 1351– del sumo pontífice Clemente VI habla de la existencia de «idólatras y paganos» en las islas de La Fortuna «nuevamente descubiertas». A su vez, la bula Ad hoc semper dictada en Viterbo –cerca de Roma– por el Papa Urbano V en 1369, constata que los antiguos habitantes de Canarias practicaban la adoración del sol y de la luna, mientras a mediados del siglo XV Alvise da Ca’ da Mosto informó que los guanches de Tenerife adoraban al sol, la luna y otros planetas.
En la segunda mitad de la decimoquinta centuria Diogo Gomes de Cintra relató que tenían al sol como a un Dios y Leonardo Torriani, a fines del siglo XVI, manifestó que los guanches «contaban el tiempo de la luna con nombres diferentes y el mes de Agosto se llamaba Begnesmet» que era –según Abreu Galindo, a inicios del XVII– cuando recogían sus cosechas…
Una pista estelar
En consonancia con las relaciones etnoastronómicas, la arqueología de Tenerife muestra componentes de la cultura material donde se aprecian representaciones astrales, pues en la isla se han descubierto motivos decorativos elaborados con técnica impresa y de puntillado en el interior de algunos vasos cerámicos, localizados en “escondrijos” de las Cañadas del Teide. Ejemplares de este tipo se encuentran en el Museo de la Naturaleza y el Hombre, como los fragmentos del fondo de vasijas halladas en la Cañada de Pedro Méndez (nº reg. 105 y 106) y una pieza cerámica incompleta de tipo casquete esférico descubierta en Valle Trujillo (nº reg. 26), cuya decoración consiste en puntillados espiraliformes, círculos concéntricos y óvalos encajados.
A mayor abundamiento, este tipo de decoración con temática astral también se detecta en dos muelas superiores de molinos circulares realizados en basalto poroso, procedentes de esta misma isla, que fueron depositados en su día en el Museo Arqueológico provenientes de los fondos del antiguo Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife.
La primera (nº reg. 524) es una muela superior circular de 27 cm de diámetro, con tres pequeños hoyuelos de rotación en su perímetro externo dispuestos de forma triangular, dos de ellos con un pequeño reborde levantado y el tercero excavado a ras de la misma superficie. El orificio central tiene un cuello de 2 cm de altura, un diámetro interno de 4’5 cm y el externo de 6’5 cm Lo que resulta más llamativo de este objeto es la decoración labrada mediante incisiones y rebajes piqueteados que conforman dos círculos concéntricos alrededor del gollete central, del mayor de los cuales parten unos surcos curvilíneos distribuidos entre los pequeños orificios para finalizar al borde del perímetro. La perfección de su labrado, el alisado de la superficie y la coloración gris-clara de las huellas de percusión de tales surcos, comparados con otros ejemplares existentes en los fondos del Museo, hicieron desestimar su exclusiva autoría indígena.
La otra (nº reg. 532) es una muela superior circular de 24 cm de diámetro con tres hoyuelos de rotación excavados en disposición triangular y un orificio central de 4’5 cm de diámetro. En su cara externa existe un pequeño reborde piqueteado en torno a ese orificio y, alrededor de éste, un surco sutilmente labrado de 3 cm de ancho del que parten incisiones radiales lineales que decoran toda la superficie a manera de soliforme.
La existencia de objetos con temática etnoastronómica, en este caso de tipo esteliforme, expresan una imbricación de utensilios de raigambre doméstica, en cierta forma sacralizados, que reproducen símbolos estelares vinculados al ciclo estacional y vegetativo de las plantas vinculadas con la molturación de los cereales.
Dr. José Juan Jiménez González, Conservador del Museo Arqueológico de Tenerife