La rica tipología de los fondos conservados en el Museo de Historia y Antropología de Tenerife (MHA) alberga, por un lado, un sinfín de objetos tridimensionales, y, por otro, una más que interesante serie de colecciones documentales compuestas en su mayoría por archivos cartográficos, familiares −forman parte de esta ilustre serie los conocidos como «Lercaro», «Cabrera-Renshaw», «Beautell», «Hipólito» y «Gutiérrez de Salamanca», entre otros− y, en menor medida, por archivos administrativos (véase el «Fondo de Medio Ambiente») y de otra naturaleza. Entre estos últimos es digno de mención el fondo documental concerniente al primigenio Hotel Taoro, denominado en el inventario de las colecciones como el «Fondo Taoro», el cual se erige en un valioso testimonio de la empresa turística pionera iniciada en el último tercio del siglo XIX en el Puerto de la Cruz, la cual ha sido considerada dentro de la teoría de los ciclos económicos aplicada al estudio de la Historia de Canarias como la última entre una serie de etapas iniciada con la implantación de la caña de azúcar en el siglo XVI, el vino, durante los siglos XVII y XVIII, y, la orchilla, en el siglo XIX (...).
Todos estos productos contribuyeron a que el archipiélago canario pudiera formar parte de las redes comerciales internacionales. El turismo no respondía únicamente a parámetros económicos, siendo estos, evidentemente, los primordiales. Desde la Antigüedad grecolatina, había quedado implantada en la memoria colectiva el mito del paraíso perdido, idea que sorprendentemente no sólo no disminuyó cuando el archipiélago canario fue realmente localizado en aquellos tiempos, tal como revelan los textos de Juba II de Mauritania y Plinio el Viejo, sino que, más bien al contrario, la ubicación del mismo en el límite occidental de la provincia romana de la Mauritania Tingitana, y por lo tanto, lo más alejado posible de la urbe, estimuló en el europeo del renacimiento, de la Ilustración y, sobre todo, del romanticismo, una concepción de que aquella tierra no sólo gozaba de las bondades de la naturaleza, sino que era el lugar idóneo para pensar y reflexionar en cómo tuvo que ser aquel paraíso perdido. En definitiva, una construcción mental resultante del choque entre la idealización y la realidad, o, lo que es lo mismo, entre el cómo debería ser y lo que es. Únicamente así puede explicarse que Jules Leclercq en
Viaje a las Islas Afortunadas: cartas desde las Canarias en 1789, vertiese un halo de nostalgia y tal vez la decepción de alguien que pensaba que llegaba al paraíso y lo que se encontró fue ecos intermitentes de lo que pudo haber sido aquel paraíso. Una concepción similar a la de Leclercq fue utilizada como reclamo turístico.
El fondo documental Taoro no es, desde luego, el más extenso entre las colecciones documentales del Museo, pero no por ello deja de ser menos interesante. Del mismo modo, hay que indicar que, a pesar de lo que indica su nombre, no sólo se refiere al Gran Hotel Taoro, dándonos una visión más global de la implantación del turismo en el norte de Tenerife durante los años 1986 al 89. El mismo, compuesto por dos legajos, se encuentra conservado en dos carpetas −una por legajo−. Si una responde al título de «El documento Taoro y antecedentes Coquet», la otra al de «Taoro, folletos publicitarios».