Conocida desde la Antigüedad Clásica, la gripe fue descrita por el padre de la medicina occidental, Hipócrates de Cos, en el año 412 A.E.C. durante la primera epidemia conocida que tuvo lugar en la antigua ciudad de Perinto (Grecia). A partir de entonces son muy numerosas las epidemias y pandemias sufridas por la humanidad en los últimos 25 siglos. Veamos.
Aunque algunos autores señalan la de 1173-1174 AD como la primera pandemia de gripe, hoy se considera como una epidemia, aunque fue muy grave, porque solo afectó al continente europeo. Así, los estallidos de 1510 que tendría su foco original en África desde donde se extendería hacia Europa y el de 1557-58, surgido en Asia extendiéndose en poco tiempo hacia África y Europa – y fue muy grave -, están considerados como las primeras probables pandemias gripales de la historia.
La primera pandemia segura fue la de 1580 que, como la anterior, surgió en Asia pasando al continente africano y Europa en pocos meses y, medio año después, llegó a América donde hizo estragos. Fue muy grave, especialmente en España donde se denominó “Gran Catharro”, que fue uno de los países más castigados (el monarca Felipe II cayó enfermo y perdería a su cuarta esposa, Ana de Austria, víctima de la enfermedad).
A partir de esos momentos se producirían regularmente pandemias que han costado centenares de millones de víctimas mortales en los últimos cinco siglos. Las más importantes serían las siguientes:
1729-1733, surgida en Rusia, rápidamente se extendió por el resto de Europa y en 6 meses ya había afectado a todo el globo. Tuvo, como es típico en la gripe, dos oleadas siendo ambas graves, con alta tasa de mortalidad aunque el número aproximado de fallecimientos se desconoce.
1780-1782, su foco original estuvo en China y de ahí saltó a Rusia y en 8 meses toda Europa se vio afectada. Se trata de una de las peores pandemias de la historia con altísimas tasas de ataque aunque el número de muertes no fue tan grande como en otras. Esta fue la primera vez que la enfermedad fue denominada Gripe o Influenza.
Ya en el siglo XIX tuvieron lugar dos pandemias de tremenda repercusión demográfica, social y sanitaria.
La primera de ellas fue la de 1830-1833 que fue considerada como gravísima (algunos autores la asimilan a la Gripe Española de 1918-1920, aunque la cifra de fallecimientos no se conoce con exactitud). Surgió, una vez más, en China y tuvo dos trayectorias de expansión muy definidas, hacia el sur afectando al resto del continente asiático y hacia el oeste llegando a Europa a través de Rusia. Se propagó en tres oleadas distintas y se calcula que entre el 20 y el 25% de la población mundial cayó enferma muriendo decenas de millones de personas en los casi cuatro años que duró.
La segunda gran pandemia del siglo XIX fue la de 1889-1892 – primera en ser bautizada con un nombre distintivo, como se haría con las posteriores -, la “Gripe rusa” porque su foco primigenio estuvo localizado en Uzbekistán desde donde pronto alcanzó San Petersburgo y desde allí se extendió muy rápidamente al resto de Europa y del mundo – tan solo un mes – por los nuevos medios de transporte (ferrocarriles y barcos de vapor). Su morbilidad fue muy alta llegando a afectar, según cálculos estimativos, al 40% de la población mundial, aunque su bagaje en víctimas mortales no fue de los peores (un millón de muertos, especialmente personas mayores de 65 años y niños). Se ha debatido sobre qué tipo de virus fue el responsable y se ha propuesto el A(H2N2), aunque últimamente se ha atribuido por algunos autores al A(H3N8). No obstante, recientemente algunos autores dudan de la naturaleza gripal de esta pandemia y la achacan a otro tipo de virus … y ¿Cuál podía ser si no en los tiempos que corren?: un coronavirus, concretamente un β coronavirus 1, el HCoV-OC 43, productor actualmente de un tipo de resfriado común.
Durante el siglo XX el mundo tuvo ocasión de comprobar de lo que es capaz la gripe con la aparición de la mal llamada “Gripe española” de 1918-1920: “el mayor holocausto médico de todos los tiempos” o “la madre de todas las pandemias”. Tan terrorífica llegó a ser que es considerada, con total unanimidad, junto con la Peste Negra de 1347-1350, la mayor catástrofe epidemiológica de la historia. Comenzó en el campo de entrenamiento militar de Fort Riley (Kansas) en plena 1ª Guerra Mundial y desde allí se extendió con total facilidad hacia Europa, primero, y luego al resto del mundo por el continuo transporte de tropas hacia los diferentes frentes del conflicto.
Cursó en tres oleadas de distinta gravedad. Así, lo que parecía al principio ser una gripe como cualquier otra terminó produciendo entre 50 y 100 millones de muertes en tres años (las cifras definitivas nunca se han llegado a saber por el colapso total que el estallido produjo en los registros sanitarios, civiles y militares), tras contagiar al 20-30% de la población mundial (700-1000 millones de enfermos). Los adultos jóvenes fueron los más afectados sin duda, siendo sus efectos fulminantes por dos de sus más terribles complicaciones, la neumonía y la encefalitis, y la respuesta inmunitaria “desmedida” que el virus originaba en el organismo, la denominada “tormenta de citoquinas” o “síndrome de liberación de citoquinas”, iniciada por las células epiteliales del sistema respiratorio que son en las que se fija el virus para infectarlo.
Según investigaciones recientes, el virus responsable fue el A (H1N1) con incorporación de material genético de la gripe aviar, una auténtica bomba biológica. Lo cierto es que esta aterradora plaga causó muchos más muertos que la I Gran Guerra en todos sus frentes. Un mundo que en aquel entonces contaba con unos 2000 millones de habitantes vio como en tan solo cuatro años había perdido a casi 150 millones de ellos por causa de la guerra y la enfermedad, entre el cinco y el diez por ciento de la población mundial … una atrocidad. Un mundo que había experimentado un avance extraordinario a nivel médico, científico, técnico y social que lo hacía incomparable con aquel que tuvo que enfrentarse a la Peste Negra. La microbiología vivía unos años gloriosos y la medicina poseía herramientas diagnósticas (rayos X y técnicas de laboratorio) inimaginables tan solo unas pocas décadas antes; en la mayoría de las ciudades del primer mundo existía red eléctrica, conducción de agua corriente, canalización de aguas negras y recogida de residuos; los hospitales se habían adaptado a las nuevas medidas higiénicas preconizadas desde el último tercio del siglo anterior y, además, existía la capacidad de multiplicar el número de camas con hospitales militares de campaña en pocas semanas; existían aviones, automóviles y ferrocarriles que supusieron un tremendo avance en el transporte … pero a pesar de todo ello no se pudo parar la enfermedad, los sistemas de salud, los sociales y los económicos se vieron superados prácticamente en todo momento durante la pandemia. Por todo ello, a mi modesto entender, esta catástrofe fue peor incluso que la causada por la de aquella terrible peste del lejano siglo XIV.
Es necesario señalar que, aunque la enfermedad tuvo un impacto grande en España, nuestro país no fue el más afectado ni jugó prácticamente ningún papel en la propagación y extensión del virus. Entonces, ¿porqué se conoce como “gripe española” (“Spanish flu”)? La explicación es sencilla: España era el único país que, por su condición de neutral, informaba sin censura y libremente de la evolución de la pandemia dentro y fuera de sus fronteras mientras que el resto, casi todos potencias beligerantes, censuraban cualquier información para no facilitar datos al enemigo … e incluso al aliado.
El siglo pasado contempló dos pandemias más de gripe:
La “Gripe asiática” de 1957-1958 que, otra vez, surgía en China, en Yunnan, por una mutación del virus ocurrida en patos salvajes e incorporación de su material genético al virus humano. En solo seis meses había afectado a todo el planeta con una tasa de ataque altísima, el 40-50% de la población mundial se contagió en menos de dos años, matando a entre dos y cuatro millones de personas, especialmente mayores de 50 años y niños, por una de sus principales y más frecuentes complicaciones, la neumonía. El virus responsable fue el A (H2N2).
La tercera y última pandemia de la pasada centuria fue la llamada “Gripe de Hong Kong” de 1968-1970 que, por enésima vez, tuvo su origen en China desde donde tuvo una difusión rapidísima por el aumento espectacular de los viajes aéreos de los años sesenta. El virus responsable fue el A(H3N2) con incorporación de material genético de la gripe aviar (aunque esta combinación no tuvo los efectos aterradores de la de 1918). La enfermedad afectó especialmente a adultos jóvenes y fue especialmente grave en niños y ancianos. El saldo final fue de un millón de víctimas mortales en todo el planeta.
Ya en nuestro siglo aparecería la famosa y debatida “Gripe A” o “Gripe porcina” que surgió en México en abril de 2009 y se prolongaría durante ese año y gran parte del siguiente. Su causante fue el virus A(H1N1). Para junio de 2009, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había declarado la pandemia. Los adultos jóvenes y los niños fueron los sectores poblacionales más afectados pero los que se llevaron la peor parte fueron los pacientes incluidos en los grupos de riesgo (ancianos, obesos, embarazadas y enfermos crónicos) por la aparición de complicaciones como la neumonía y la ya comentada tormenta de citoquinas. El impacto mundial a nivel sanitario y demográfico fue bastante escaso ya que mató a unas decenas de miles de personas – aunque algunas fuentes señalan que pudieron llegar a 250.000 – que en cualquier caso es menos de lo que mata la gripe estacional cada año (entre 250.000 y 650.000 personas). Por el contrario, el impacto socio-económico fue muy grande por lo que supuso el costo de la producción masiva de antivirales y vacunas que, en su mayoría, nunca se llegaron a usar y por el impacto psicológico causado a la población.
Sabemos que Tenerife, al igual que el resto de las islas de nuestro archipiélago, tuvo que enfrentarse desde la etapa final de la conquista a múltiples epidemias de naturaleza variada. Peste, gripe, tifus, fiebre amarilla, por citar solo algunas, entraban fácilmente y con casi “total impunidad” a través de sus dos puertos principales, Santa Cruz y Garachico, haciendo auténticos estragos en su población, una población ya debilitada en numerosas ocasiones por los recurrentes episodios de hambrunas.
En este contexto, sería precisamente la gripe la primera epidemia conocida que asoló la isla, un año antes de terminada la conquista. Esa epidemia, ya famosa, fue denominada por los cronistas e historiadores como “modorra o moquillo de los guanches”. Uno de los que mejor la describió fue Fray Alonso de Espinosa (1594), quien decía:
… por el año de mil y cuatrocientos y noventa y cuatro, ahora fuese por permisión divina, … ahora fuese que los aires, … se hubiesen corrompido e inficionado, vino tan grande pestilencia, de que casi todos morían …, y era de modorra
El cuadro clínico de esta durante muchos años enigmática enfermedad consistía según el ilustre historiador y sacerdote realejero José de Viera y Clavijo (1776) en lo siguiente:
Desde el punto de vista epidemiológico la modorra de los guanches presentó las siguientes características:
En síntesis, la modorra o moquillo fue una “epidemia en suelo virgen” al ser el causante de la misma un patógeno nuevo, el virus de la gripe, totalmente desconocido por los aborígenes. Además, se puede afirmar que fue introducida por los conquistadores para los que no supuso ningún problema sanitario de importancia al conocer “inmunológicamente” al responsable. Este último fue un hecho que llamó mucho la atención de los cronistas e historiadores que lo atribuyeron a un milagro divino para propiciar la victoria de las huestes de Fernández de Lugo.
A partir de esos momentos, la gripe ha visitado regularmente Tenerife año sí y año también siendo las epidemias que más repercusión han tenido las siguientes (por orden cronológico):
La gripe sigue siendo una de las enfermedades infecciosas más difíciles de controlar por la variabilidad y capacidad de mutación que presentan los virus causantes de la misma lo que impide desarrollar inmunidad permanente. Por este motivo, es una enfermedad que causa millones de contagios y centenares de miles de víctimas mortales año tras año a pesar de las campañas de vacunación y la mejoría evidente de los tratamientos disponibles. Además, hasta la recentísima aparición de la hoy tristemente célebre Covid-19, la gripe ha sido la única enfermedad capaz de producir pandemias que pongan en peligro a la humanidad en los últimos 130 años, ello a pesar de ser conocida desde la antigüedad y estar entre las enfermedades a las que se ha dedicado más esfuerzo económico y sanitario para tratar de luchar de una manera efectiva contra ella.
Todo el mundo sabe lo que es la gripe porque ¿Quién no la ha soportado alguna vez a lo largo de su vida? Por ello podemos afirmar que se trata de una enfermedad famosa … pero por ser muchos los que creen que se trata de una enfermedad baladí y muy escasos los que se han parado a pensar en profundidad sobre su origen, su historia, su desarrollo evolutivo, su errático y variable comportamiento, el impacto causado en diferentes momentos de nuestra historia, el costo económico que supone, en suma, sobre los todavía muchos secretos que oculta, precisamente por ello, también es una gran desconocida.