La historiografía viene considerando que los mvrilegvli-conchilegvli eran trabajadores estacionales, piscatores, que practicaban la pesca oceánica cuando la mar estaba abierta, con buenas condiciones para la navegación, coincidiendo con un mayor potencial de recursos en las aguas atlánticas, mientras que la intensidad de la práctica del marisqueo se produciría en otoño e invierno, época también en la que los ciclos biológicos de los MURICIDAE favorecerían su localización y la obtención de ejemplares de mayor tamaño (Ponsich et Tarradell 1965; Ponsich 1988; García Vargas 2004; Bernal Casasola et al 2014). Sería pues un modelo de explotación estacional que hace más versátiles a los trabajadores de la mar que, además de al marisqueo, se emplearían entonces en el entorno de las cetariae o fábricas de salazones dividiendo sus esfuerzos en la pesca de proximidad a la costa, en la preparación de salsas y conservas y en el mantenimiento de las salazones.
Consideramos pues que las gentes de Lobos, llegan al Archipiélago cuando se ha terminado la temporada de pesca intensiva del estío y permanecerían en él hasta el inicio de primavera, en una travesía que, con origen en Gades, habría supuesto un descenso hasta estas latitudes, en la que se habría también faenado con capturas diversas, una actividad que siguió realizándose en aguas canarias, si bien por el momento no hemos localizado pocetas de salazones que puedan asegurar una producción de esta naturaleza en nuestro yacimiento.
Los registros arqueológicos relacionados con el desarrollo de las actividades haliéuticas que localizamos en Lobos, durante su ocupación desde finales de época republicana hasta el primer tercio del siglo I d.C., son, por un lado, los restos ícticos (restos de peces) producto del consumo alimentario así como para el eventual procesado de preparados para el avituallamiento de la tripulación de las naves en su partida del islote, sin que descartemos una preparación para su comercialización posterior, pues sorprende el número de morteros cerámicos de fondo estriado que localizamos. Una parte de los restos ícticos fueron traídos por los mvrilegvli/piscatores desde el puerto de salida, como salazones que vendría en las ánforas de transporte (recipientes cerámicos) de tipo Dressel 7-11, las más abundantes (Del Arco et al 2016); otros habrían sido capturados en su larga travesía atlántica hasta la llegada a Lobos pero también están presentes restos de distintas especies obtenidas en las aguas Canarias. En relación a estos cabe destacar los registros de cetáceos apresados en aguas atlánticas así como dientes de PHOCIDAE que nos puede indicar que la captura de algunos ejemplares fue en alguna colonia establecida en el islote, tal como sucedía en los tiempos de la conquista normanda y castellana del Archipiélago en esa imagen que todos reconocemos a través del texto de LE CANARIEN (1980 [1404-1419]: 66).
Además, contamos con un variado y amplio número de instrumentos que son específicos de esta actividad. Los más numerosos son los anzuelos (Fot.1. Anzuelo), la mayoría de tipo paleta con cabeza martilleada y sección rectangular, los vástagos tienen sección oval o circular, y la punta va provista de arponcillo; por sus dimensiones pertenecen a los tipos pequeño o medio, muy frecuente en aguas del Circulo del Estrecho. Unos son de cobre, otros de cobre plomado, de bronce y bronce plomado. (Del Arco et al 2016, 2019 y 2020).
Otros objetos que nos indican la utilización de aparejos de pesca son las pesas de red, unas hechas sobre material lítico, basalto o calcarenita; todas con la superficie erosionada, una de ellas es un guijarro de basalto, trapezoidal con ranura transversal, otras son de calcarenita, trapezoidales de tendencia plana poseen una perforación central o lateral. Otras están hechas de plomo, de forma variada, rectangulares y plegadas sobre si mismas; trapezoidal con dos perforaciones y por último, plana con perforación. (Fot. 2. Conjunto de pesas de plomo).
También contamos con agujas de coser redes, elemento fundamental para el mantenimiento de las mismas. Una de ellas completa, de base cobre y con perforación (Fot. 3). Otro indicio del uso de redes, específicamente de arrastre, son las guijas y la malacofauna marina con superficies rodadas y colonizadas por briozoos en el interior que encontramos en los concheros, constituyendo un conjunto de materiales inertes que se extraen a la superficie al hacer uso de ese arte de pesca. En relación a las redes también identificamos microscópicamente piezas filiformes, fibrosas, de diferente coloración, que pudieran ser parte de la urdimbre de redes, pero también de sedales, cordelería e incluso otros textiles. Estas redes se habrían manejado para una extracción intensa, tanto de Muricidae como de peces. (Del Arco et al 2019 y 2020).
Y, por último, dos piezas filiformes de hierro con extremo distal aguzado con aleta lateral oblicua, forma adecuada para considerarlas extremos distales de arpones (Fot. 4), herramienta imprescindible para la captura de cetáceos y el abatimiento de los lobos marinos y, en su caso, también como extremos de fisgas (Del Arco et al 2019 y 2020).
Tenemos pues un registro abundante que consolida las certezas de que nuestros mvrilegvli eran piscatores y abren nuevas expectativas a la investigación arqueológica de campo en nuestro yacimiento, en el entorno del islote y, necesariamente, en el territorio de las Fortvnatae Insulae.
Mercedes del Arco Aguilar
Conservadora de Arqueología. Museo Arqueológico de Tenerife, MUNA