
Las epidemias más enigmáticas de la historia
La historia de la medicina tiene diferentes ejemplos de epidemias responsables de la muerte de decenas de miles, e incluso millones de personas, que siempre han constituido un auténtico misterio al carecer de información fidedigna para poder realizar un diagnóstico diferencial y de probabilidad. Por ello, solo nos podemos basar en las fuentes literarias y la documentación médica para intentar aventurar un diagnóstico … pero ello, precisamente, es lo que hace que las mismas sigan constituyendo un reto apasionante para los investigadores de la historia natural y la evolución de la enfermedad humana. Veamos algunas.
Mal de los asiáticos
Es, quizás, la primera epidemia conocida de la historia de la humanidad y afectó al Egipto faraónico hace unos 3500 años. Por lo poco que se sabe ella, cursó en dos episodios diferentes – con siglos de diferencia – y su clínica consistía básicamente en una postración general muy severa y coloración oscura de la piel sobre la que aparecían lesiones puntiformes negras. Según ha llegado hasta nosotros, su tasa de ataque era muy alta y su tasa de mortalidad muy grande. Algunos autores han especulado con que pudiera tratarse de viruela.Peste de los aqueos
Es esta la primera epidemia mencionada en la literatura europea y, precisamente, se hace en su primer texto conocido, la Ilíada. Además, refrendando la importancia de la misma, el famoso poema comienza con ella siendo mencionada por Homero en el Canto I, demostrando que estos episodios siempre han constituido una fuente constante de preocupación. Esta plaga tuvo lugar durante la guerra de Troya entre la alianza aquea, conformada por los distintos pueblos griegos, que estaba comandada por Agamenón, rey de Micenas, y la ciudad de Troya, en los siglos XIII o XII AEC, por el rapto de Elena (esposa de Menelao, rey de Esparta y hermano de Agamenón) por parte de Paris (príncipe de aquella ciudad). Hacia el final del asedio la plaga afligió a los ejércitos de Grecia que achacaron el mal a un castigo de Apolo por las transgresiones morales de su caudillo debido al rapto de Criseida, hija del sacerdote Crises, y su negativa a devolverla a su padre. Según la narración homérica, el mal solo cesó cuando Agamenón cedió a las presiones del mítico Aquiles y la entregó a su padre. Al parecer no afectó a los habitantes de Troya por encontrarse aislados en el interior de sus murallas. En la actualidad se desconoce completamente el cuadro clínico de la enfermedad ya que Homero no lo reflejó en su poema y, por ello, es imposible saber cuál fue la verdadera etiología de la misma. Lo que se sabe es que produjo tan importante mortandad entre los soldados griegos que los cadáveres eran abandonados sin ser incinerados ni recibir las honras fúnebres habituales en el mundo helénico e hizo que los líderes griegos pensaran en retirarse ... aunque el famoso caballo con la posterior destrucción de la ciudad demuestra que no llegaron a hacerlo.Peste o plaga de Jerjes
Gracias a Heródoto (Historias, libro VIII) conocemos algunos datos sobre esta epidemia que se originó en Tesalia en el año 480 AEC durante la invasión de Grecia por parte del Imperio Persa, en el transcurso de la Segunda Guerra Médica, reinando Jerjes el Grande del Imperio Aqueménida. La enfermedad afectó a las tropas persas, que también padecían hambre, camino del Helesponto. Los enfermos eran abandonados y los que sobrevivían eran cuidados por los habitantes de las ciudades que habían sido tomadas, mientras que los cadáveres llenaban los caminos siendo devorados por animales carroñeros. Nunca se ha llegado a conocer con exactitud cuántos fallecidos produjo la enfermedad, calculándose entre cinco y quince mil. El cuadro clínico consistía en disentería muy severa – a la que Celso denominó “disentería griega” – que se acompañaba por fuertes dolores abdominales, fiebre y, finalmente, muerte. El origen del mal estuvo probablemente ligado al consumo de agua contaminada. La epidemia diezmó al ejército persa que llegó al Helesponto 45 días después de comenzado el brote “reducido a la nada”, en palabras del historiador griego, facilitando la victoria helena. Este tipo de epidemias no eran infrecuentes entre los ejércitos de la antigüedad por las pésimas condiciones higiénicas, la insalubridad de las aguas y la pobre alimentación. Hasta hoy el verdadero diagnóstico de la enfermedad ha continuado siendo un misterio, aunque se ha especulado con disentería.
Plaga o peste de Atenas
Esta es una de las epidemias más debatidas de la historia, a la par que una de las más graves y devastadoras de las conocidas en la antigüedad. Tuvo lugar en el año 430 AEC durante la guerra del Peloponeso entre la Liga de Delos, liderada por Atenas, y la del Peloponeso, cuya líder era Esparta, entre 431 y 404 AEC. La enfermedad fue descrita por Tucídides, superviviente de la misma, en su Historia de la guerra del Peloponeso, quien señaló que entró por el puerto de El Pireo procedente de África (Etiopía y/o Egipto), y era fulminante y, en la mayoría de los casos, mortal. La clínica se caracterizaba por comenzar con sensación de intenso calor en la cabeza junto con enrojecimientos de ojos, faringe y lengua, fetidez de aliento y ronquera. Posteriormente, aparecían vómitos acompañados de erupción y úlceras cutáneas, una sensación terrible de calor y sed irresistible. Las lesiones afectaban a todo el cuerpo centrándose sobre todo en las extremidades, especialmente en los dedos de los pies y de las manos, e incluso en los ojos, que podían llegar a perderse. La muerte se producía a los 7-9 días. Si el enfermo sobrevivía podía volver a recaer, predominando en ellos las úlceras intestinales y la diarrea que podía originar la muerte por deshidratación. Este brote afectó también a Esparta y parte del Mediterráneo Oriental, aunque golpeando de forma mucho más grave a la ciudad de Atenas que debido a la guerra se hallaba colmada de gente lo que facilitó en gran medida su tremendo impacto. Se calcula que acabó con la vida de entre 30.000 y 50.000 personas lo que representa entre un tercio y la mitad de su población, cebándose especialmente en el ejército y la flota atenienses, matando incluso al líder político y militar de la Liga de Delos, Pericles. Atenas quedó sumida en el caos total y sus calles se convirtieron en un auténtico depósito de cadáveres. Parece claro que esta epidemia fue un factor muy importante para la derrota de Atenas y su Liga. Se ha especulado durante mucho tiempo sobre la auténtica etiología de esta calamidad: viruela, peste, ántrax, tifus exantemático, fiebres hemorrágicas (Ébola o fiebre del Valle del Rift), peste, gripe, escarlatina o muermo, han sido barajadas como posibles causas. Sin embargo, en 2006 investigadores de la Universidad de Atenas estudiaron una serie de esqueletos procedentes del cementerio de Kerameikos en la capital griega, datado en el año 430 AEC, y lograron extraer ADN del bacilo de la fiebre tifoidea en dientes de algunas de las víctimas. Sin embargo, esta tesis ha sido rebatida por otros autores por no aportar datos concluyentes. No se descarta que también pudiera haber estado complicada por tifus exantemático, muy típico de situaciones como las existentes en aquel momento en la ciudad, e incluso por otras enfermedades.
Peste de Perinto
También llamada “Tos de Perinto” (antigua ciudad de Tracia a orillas del Mar de Mármara, en el noreste de Grecia, hoy desaparecida), ocurrió en el inicio del invierno del año 400 AEC, siendo descrita por Hipócrates. Señalaba Hipócrates en el volumen V de su Corpus – dedicado a la epidemia - que esta consistía en tos fuerte seguida de un cuadro neumónico y tuvo una duración de aproximadamente un año. Otros síntomas de la enfermedad eran irritación de garganta, malestar general y dificultad de deglución, acompañados por parálisis de las piernas e incapacidad de visión nocturna. Muchos investigadores piensan que pudo ser la primera epidemia de gripe registrada en la historia y para otros los habitantes de Perinto, probablemente, estuvieran afectados al mismo tiempo de gripe, difteria y tosferina. El número exacto de enfermos y fallecidos se desconoce.
Epidemia o peste de los cartagineses
Esta misteriosa epidemia se produjo en el año 396 AEC, durante el asedio de Siracusa (Sicilia) por parte de los ejércitos cartagineses en la Segunda Guerra Siciliana (410-340 AEC). La clínica fue descrita por el historiador griego Diódoro de Sicilia tres siglos después en su Bibliotheca Historica, afirmando que comenzaba con síntomas catarrales e inflamación de garganta con una sensación de calor que aumentaba gradualmente y dolores en la espalda y en los miembros. Seguía el cuadro con diarrea intensa y pústulas en todo el cuerpo que concluían con la muerte de los afectados a los 5-6 días en medio de un terrible sufrimiento. No hay un diagnóstico de certeza y algunos autores señalan a la viruela como posible responsable.Peste de Antonino o plaga de Galeno
Entre los años 164 y 190 AD se produjo esta auténtica pandemia – considerada así por su extensión y características, lo que la convierte en una de las primeras de la historia -, que fue importada por el ejército romano que regresaba de Oriente Próximo tras su enfrentamiento con los partos. Su origen geográfico exacto no se conoce con certeza. Las huestes imperiales quedaron prácticamente aniquiladas, a la par que iban contagiando y dejando un reguero de muerte y desolación por los lugares por donde pasaban dado que la aglomeración de personas constituía un foco perfecto para la transmisión. Según parece, la enfermedad tuvo dos oleadas claras, la primera que comenzaría en el citado 165 y la segunda nueve años más tarde. Al final, habría afectado a 20-25 millones de personas y causado la muerte a entre cinco y ocho millones de ellas en todo el Imperio según cálculos modernos, entre otros a los emperadores Marco Aurelio Antonino (de ahí su nombre) y Lucio Vero. Galeno fue el que la describió en mayor profundidad desde el punto de vista clínico y epidemiológico, de ahí que también sea vinculada con su nombre. Su tasa de mortalidad fue altísima, en torno a un 25-30% de los contagiados (aunque otras fuentes bajan esa tasa al 10-20%) y se calcula que existieron regiones donde pereció la tercera parte de su población. En la ciudad de Roma llegó a matar a más de 2000 personas diarias en algunos momentos. Sus efectos sociales, económicos y políticos fueron terroríficos paralizando totalmente el comercio y extendiéndose a Persia, Mesopotamia y toda la península italiana para luego alcanzar Hispania, Galia y el norte de Europa, golpeando especialmente a lo que hoy es Bélgica, Holanda y Alemania, donde hubo ciudades y pueblos en los que murieron prácticamente todos sus habitantes. Los síntomas, descritos por Galeno, eran anorexia y sed muy intensa, enrojecimiento oral, lesiones purulentas en la cara y el resto del cuerpo que aparecían hacia los 9-12 días, tos, vómitos, diarrea sanguinolenta, astenia, gangrena y delirio, sin o con fiebre no demasiado alta, pero con una sensación de gran calor en el interior del cuerpo. Galeno intuyó que se transmitía por vía aérea a través de las gotitas de saliva. Se ha relacionado la “Plaga de Antonino” con la viruela – que es probablemente la enfermedad causante del desastre -, el sarampión (aunque el sarampión irrumpió como enfermedad epidémica, según los registros, posteriormente a este brote) o ambos y también con el tifus. El Imperio nunca llegaría a recuperarse de la devastación causada por este cataclismo.
Plaga de Cipriano o peste cipriana
Su origen varía según las fuentes, para unas fue Etiopía y para otras Egipto, en torno al año 249 AD, y en 251 llegaría a Alejandría y Roma, extendiéndose por todo el Imperio Romano durante los siguientes 20 años (250-270 AD). El peor período de la pandemia fue el comprendido entre los años 250 y 262, causando entre tres y cinco millones de muertes, agravándose al ser acompañada de una gran hambruna. Junto con la Peste Antonina, puede ser considerada una de las primeras pandemias de la historia. San Cipriano, obispo de Cartago, que fue el que describió más pormenorizadamente la plaga, llegó a pensar, como muchos otros, que había llegado el fin del mundo y describió el cuadro clínico de la enfermedad en su libro De moralitate, señalando que los enfermos presentaban una sensación muy grande de calor con fiebre muy alta, dolor abdominal, diarrea, vómitos continuos y ulceraciones en la garganta, ojos inyectados en sangre, dolor pectoral, gangrena muy grave en los miembros que llegaban a perderse y, en muchos casos, ceguera y sordera, afirmando además que solo en Roma llegaron a morir 5.000 personas diarias y la gente rehuía los contactos por miedo al contagio. En ella murieron los emperadores Hostiliano en 251 y Claudio II en 270. Fue durante esta pandemia cuando se introdujo por vez primera el negro como color de luto por los cristianos. Los brotes, según relata el obispo, aparecían en otoño, siendo mucho más virulentos y contagiosos en invierno para ir disminuyendo su intensidad en primavera y verano. Aún más que la Plaga de Antonino, esta pandemia supuso un golpe durísimo para el Imperio que perdió la mayor parte de la mano de obra para las labores agrícolas, ganaderas y de pesca lo que desembocó en desabastecimiento que agravó la hambruna que ya golpeaba a su población. Además, destruyó en una proporción muy considerable al ejército lo que debilitó grandemente su poder defensivo y el control de las fronteras. Por el contrario, según muchos historiadores, contribuyó de manera notable a la difusión del cristianismo por el mundo conocido. Diferentes autores han barajado la gripe, las fiebres hemorrágicas africanas (causa que hoy casi se descarta), el tifus exantemático, el sarampión y la viruela como posible etiología, aunque hoy se piensa que la causa más probable fue la viruela o bien una conjunción de enfermedades como gripe, viruela y peste favorecida por las pésimas condiciones higiénicas y el hacinamiento derivado de la huida de población del medio rural al medio urbano.
Peste de Roma
En el año 1081 se declaró una oscura y misteriosa epidemia de la que apenas existen descripciones clínicas y que ha sido atribuida a fiebre tifoidea o disentería, complicada con paludismo, como causas más probables. Recordemos que existen evidencias de paludismo en la capital romana desde el año 450 AD motivada, entre otras cosas, por la deforestación con el consecuente cambio ecológico y los problemas sanitarios de la ciudad incluyendo la sobrepoblación de la misma. Esta enfermedad altamente contagiosa afectó al ejército de Enrique IV, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, cuando pretendía poner sitio a la ciudad perdiendo miles de soldados y fracasando en la conquista.Sudor inglés, pestis sudorosa o peste inglesa
Tuvo su origen en Inglaterra y, aunque se le ha dado un sinfín de nombres, se ha denominado más frecuentemente "Sudor inglés", "Enfermedad del sudor inglés", "Sudor Anglicus", “Sudor Britannicus”, “Morbus Anglicus” "Pestis sudorosa", “Sweating sickness” o "Peste inglesa". El primer brote confirmado de "sudor inglés" tuvo lugar en agosto de 1485 - coincidiendo con el final de la Guerra de las Rosas por el control del trono de Inglaterra -, cuando Henry VII (primer rey de la Dinastía Tudor) entró triunfalmente en Londres después de vencer a Richard III en la batalla de Bosworth Field. Sin embargo, se cree que un poco antes - en junio - hubo otro brote que habría afectado a York. La mayoría de los historiadores coincide al señalar que fue introducida por mercenarios franceses del ejército de Henry, aunque curiosamente ellos no enfermaban. Este primer brote con origen en Londres duró hasta octubre de ese año acabando con la vida de más de 5000 personas, es decir un 25 % de los afectados, terminando tan súbitamente como había aparecido (esta era una de las características de la pestilencia: su abrupta aparición y desaparición, recorriendo en poco tiempo extensas comarcas). Unos pocos años más tarde, en 1491 – 1492, reapareció en Irlanda, aunque sin causar los estragos anteriores y de ahí en adelante ocurrirían tres brotes más. En 1507 de nuevo fue Inglaterra el foco de la enfermedad que, aunque al principio parecía menos grave y extenso que los anteriores, se transformó en una epidemia letal unas semanas después llegando a matar al 50 % de la población en algunos lugares. De julio a diciembre de 1518, surgió un nuevo y grave brote que afectó solamente a Inglaterra. El cuarto brote fue sin duda alguna el peor de los cinco y sería la primera vez que la enfermedad salía de las Islas Británicas. Comenzó en Londres en mayo de 1528 y muy rápidamente se extendió por toda Inglaterra, Irlanda y Gales (curiosamente no afectó a Escocia) y su tasa de mortalidad fue elevadísima (superior al 25 % de los afectados). De tierras británicas saltó a Hamburgo en Alemania (donde causó la muerte a más de mil personas en tan solo una semana) y desde ese puerto alemán se expandió rápidamente hacia Europa Oriental dejando un reguero de desolación y muerte. En diciembre de ese mismo año había llegado a Suiza, Suecia, Noruega, Dinamarca, Lituania, Rusia y Polonia e incluso hubo algunas decenas de casos en Amberes, Ámsterdam, Francia e Italia … y, cómo había ocurrido anteriormente, de la misma manera fulminante y enigmática en que había aparecido desapareció hacia 1530 tras alcanzar Austria, Polonia y la parte occidental de Rusia. El quinto y último estallido del "Sudor Anglicus" ocurrió también en Inglaterra en 1551, pero no tuvo el impacto demoledor de los brotes anteriores. Desde entonces nunca más se volvieron a tener noticias de esta misteriosa enfermedad. Llegados a este punto cabe preguntarse: ¿en qué consistía y cual podría haber sido su causa? Se trataba de una enfermedad transmisible y muy contagiosa, de probable origen vírico, que según parece se transmitía por vía respiratoria a través de las gotitas de saliva, aunque su auténtica causa sigue siendo un verdadero misterio. Sería John Kaye, conocido como John Caius, médico de Shrewsbury quien señalaría que era peor que la peste y describió pormenorizadamente su cuadro clínico en su libro de 1552 "A Boke or Counseill Against the Disease Commonly Called the Swate, or Sweatyng Sickness" ("Un libro o consejo contra la enfermedad comúnmente llamada el Sudor, o la Enfermedad del Sudor"). Según el galeno inglés, presentaba un comienzo muy agudo con una sensación de temor irrefrenable; escalofríos muy intensos y vértigos; cefalea y dolores muy fuertes de cuello, hombros y miembros superiores e inferiores; y una gran astenia. Este inicio de la enfermedad duraba entre 30 minutos y 3-4 horas y a continuación se pasaba a un cuadro de fiebre y sudoración muy profusa (el signo más llamativo, de ahí su nombre) con olor fétido. Un poco más tarde aparecía una sensación de terrible calor, cefalea irresistible, artralgias y mialgias, delirio, taquicardia y sed muy intensa. Posteriormente, surgía dolor cardíaco y abdominal, dificultad respiratoria, letargia y colapso con fallo multiorgánico. Era tan fulminante que el enfermo moría en menos de 24 horas – se decía que “mientras en la peste la gente se enfermaba antes de morir, en esta enfermedad el paciente moría antes de enfermar” - y los que sobrevivían no quedaban inmunizados. Desde el punto de vista epidemiológico hay que señalar que se daba con mayor frecuencia en verano e inicios de otoño y, curiosamente, afectaba muy poco o prácticamente nada a los niños y parecía tener predilección por los adultos jóvenes, especialmente varones, de clases pudientes. Ya dijimos que su causa se desconoce aún y está claro que estuvo favorecida por las pésimas condiciones higiénicas y la insalubridad de las ciudades de Inglaterra y Europa del Norte en el inicio del Renacimiento. Como causas más plausibles se han esgrimido las siguientes: fiebre recurrente (causada por una bacteria, Borrelia, que se transmite por la picadura de piojos o garrapatas); ántrax o carbunco de origen bacteriano (Bacillus anthracis); algún tipo de gripe de alta gravedad; síndrome pulmonar por hantavirus (grupo de virus ARN que se transmiten por roedores) que es la causa más plausible; y una enfermedad de origen desconocido que terminaría por desaparecer sin que se haya podido identificar.