Los hechos que originaron que se le otorgara ese título se remontan al Otoño de 1893, concretamente a finales de septiembre y comienzos de octubre. En esa etapa el mundo sufría las embestidas de la quinta y devastadora pandemia de cólera. Fue el 29 de septiembre cuando el barco italiano «Remo» llegó a Santa Cruz enarbolando bandera amarilla – lo que indicaba que tenía infectados a bordo por lo que debía guardar cuarentena o, lo que es lo mismo, ninguna persona podía desembarcar para evitar el contagio de la población de la ciudad.
Antes de seguir con el relato, recordemos que el cólera, también llamado en aquel entonces «cólera morbo», es una enfermedad infecto-contagiosa (transmisible) causante de algunas de las epidemias y pandemias más devastadoras de la historia. Se relaciona en gran medida con la falta de condiciones higiénicas e insalubridad de algunos lugares. Su agente causal es una bacteria, el vibrión colérico o «Vibrio cholerae» que se transmite por el agua y los objetos (fómites) y alimentos contaminados , siendo su reservorio el propio ser humano.
Tras un período de incubación de 1-5 días comienza un cuadro clínico agudo y grave que cursa con diarrea abundante y vómitos repetitivos que pueden originar deshidratación muy severa. Si no se trata adecuadamente con rehidratación del paciente y antibióticos puede llevar a la muerte.
Aunque el cólera estuvo confinado en Asia durante largos siglos, a partir del XIX se expandió rápidamente por el globo causando decenas de millones de muertes. Desde 1817, año de comienzo de la primera pandemia, hasta ahora ha habido siete. La última fue la ocurrida entre 1961 y mediados de la década de los 70 – con origen en Indonesia – y se denominó «El Tor» por una nueva cepa del vibrión.
Volviendo al Santa Cruz de Tenerife de 1893, cuando el «Remo» llegó a la isla las autoridades le negaron el atraque, ordenándole que se mantuviera a distancia del puerto, frente a Cabo Llanos. Sin embargo, contactos clandestinos entre tripulantes y algún habitante de la ciudad hicieron que el 11 de octubre se dieran los primeros casos de la enfermedad. La epidemia se propagaría con una velocidad extraordinaria teniendo un carácter muy grave y contagiando aproximadamente a 2000 personas que fueron aisladas en el Hospital Civil (actual MUNA), ermitas de San Telmo, Regla y San Sebastián, hospitales militares de campaña y otros lazaretos provisionales. Igualmente, la capital fue aislada y sometida a un estricto confinamiento durante los tres meses que duró. El saldo final fue de 400 fallecimientos, especialmente en los barrios más humildes – sirva de ejemplo que en San Andrés tuvo que construirse un nuevo cementerio dado el número de muertos.
Las autoridades locales y, por supuesto, los propios ciudadanos reaccionaron inmediatamente para atajar la calamidad, formando distintas comisiones para el transporte de enfermos, ayuda al cuidado médico de los mismos, abastecimiento de alimentos y material a los hospitales y lazaretos, saneamiento de las calles y conducciones de agua, etc. La solidaridad, altruismo, espíritu de sacrificio y abnegación de la sociedad chicharrera ha sido pocas veces vistas en situaciones de este tipo. Un ejemplo de lo dicho es el de una cuadrilla de toreros españoles que, de vuelta de su gira americana, hicieron escala en Santa Cruz justo unos días antes del comienzo de la epidemia y, al no poder partir, se pusieron a disposición de las autoridades para prestar su colaboración. Cuando terminó todo la población les tributó un homenaje y fueron despedidos en medio de aplausos y vítores.
Como anécdota hay que decir que durante ese trágico período fue la primera vez que se sacó en procesión al Cristo de las Tribulaciones (hoy Señor de Santa Cruz) por las calles de la ciudad. Desde entonces se invoca como como protector de la misma y sus habitantes.
Este evento morboso finalizó el 4 de enero de 1894 cuando el Gobernador Civil, en un número extraordinario del Boletín Oficial de la Provincia, lo daba por extinguido y se publicaba una semana más tarde en La Gaceta de Madrid.
Como recompensa al extraordinario comportamiento demostrado por la solidaridad, abnegación y sacrificio de toda la población, María Cristina de Austria, reina regente de España y madre de Alfonso XIII, concedió la Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de Beneficencia, con el título de Muy Benéfica, a Santa Cruz de Tenerife el 23 de abril de 1894. Ese ni más ni menos es el origen del título.
Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín
Director del Instituto Canario de Bioantropología y del Museo Arqueológico de Tenerife