Es difícil sustraerse al patrimonio cultural y natural que a todos nos rodea: iglesias y edificios emblemáticos, paisajes, parques o jardines históricos, fiestas y tradiciones, lu- gares arqueológicos, museos, arte contemporáneo… Pero esta relación de vecindad no significa que las comunidades residentes o usuarias de un entorno reconozcan un valor añadido a este hecho. Es más, frecuentemente asistimos a inexplicables actos vandálicos perpetrados por algunos miembros de comunidades ancladas en un territorio que se ceban con su propio patrimonio. Esto nos indica que la simple convivencia o contemplación del patrimonio cultural no deriva de forma inequívoca hacia su comprensión, valoración, protección y disfrute.
Bien al contrario, convertir un recurso patrimonial en producto cultural requiere del esfuerzo conjunto de los profesionales que intervienen sobre el patrimonio. El concepto de accesibilidad cultural incide en esta necesidad. La comprensión y valoración del pa- trimonio cultural dependerá del nivel educativo y la experiencia previa del destinatario, pero otros factores también son decisivos, pudiendo revertir en gran medida su carencia o insuficiencia. El éxito de esta tarea, como en cualquier acto de comunicación, exige la sintonía de los elementos que lo conforman. Uno de los objetivos que como gestores del patrimonio debemos lograr es poner en valor recursos patrimoniales para convertirlos en instrumentos educativos que nos ayuden a fomentar el conocimiento, el respeto y la conservación del patrimonio cultural y natural. El mensaje educativo irá enfocado a explicar y contextualizar el recurso en cuestión, que previamente habrá sido identificado y reconocido. El lenguaje empleado debe ser compartido y ello exige que el emisor conozca el perfil del receptor. La eficacia del proceso conlleva, además, el mantenimiento de acciones o dinámicas educativas periódicas que son, en suma, las que incrementan el nivel formativo y se transforman en aprendizaje y experiencia a cualquier edad.
Junto a estas consideraciones generales, y ya en nuestro ámbito insular, uno de los mayores problemas a la hora de crear un producto cultural es la dificultad de acceder a los recursos patrimoniales in situ. A pesar de que esta herramienta está contemplada en la Ley de Patrimonio Histórico de Canarias desde 1999, y a diferencia de lo que ocurre en otras islas del Archipiélago, en la actualidad Tenerife no dispone de parques arqueológicos, etnográficos o paleontológicos acondicionados para su visita pública que permitan, junto a la divulgación de los diferentes valores culturales, la adecuada protección de los mismos. No obstante, otras fórmulas se están poniendo en marcha por algunos municipios, apostando por la reactivación de su rica herencia cultural a través de interesantes experiencias que integran patrimonio natural e histórico. Recientemente también se han comenzado a organizar itinerarios o rutas guiadas por algunos de los Bienes de Interés Cultural (BIC) de Tenerife enclavados, indistinta- mente, tanto en áreas urbanas como rurales.
Hay que resaltar que en las últimas décadas los mayores esfuerzos realizados desde el Cabildo de Tenerife en materia patrimonial se han centrado, fundamentalmente, en crear, desarrollar y mantener un conjunto de museos insulares integrados bajo el sello Museos de Tenerife, poniendo a disposición de los ciudadanos fondos históricos y arqueológicos, de historia natural, etnográficos y documentales, los cuales tienen un enorme potencial educativo. Nuestra labor no solo se dirige al público local sino también al numeroso colectivo de turistas que nos visita. A la custodia, conservación, estudio, divulgación y exhibición de las colecciones se une un interés explícito por contribuir a la educación patrimonial de todos los ciudadanos entre los que se incluyen aquellos individuos que presentan algún tipo de diversidad funcional o distintos colectivos que se encuentran en riesgo de exclusión social puesto que, el patrimonio, como obra de todos, a todos pertenece y que, como tal, por todos ha de ser conocido, disfrutado y tutelado en beneficio de las futuras generaciones, según plantea nuestro marco legal territorial en materia de patrimonio histórico.
En los museos preocupados por desarrollar programas educativos la comunicación con el público debe buscar una experiencia profunda de aprendizaje porque la valoración del patrimonio es “una reflexión que tiene que ver con nuestra cognición, no con las características formales de las colecciones y de las piezas, o con su significación histórica. Es a partir de nuestra propia reflexión interior que el patrimonio va a cobrar valor”[1].
Frente a los contextos educativos tradicionales, los contextos educativos no formales, como los museos, cuentan con ventajas importantes. En estos últimos el
aprendizaje tiene lugar en un escenario no habitual que predispone al visitante muy favorablemente a realizar una actividad en la que intervienen sus emociones y que conjuga, a un mismo tiempo, adquisición de conocimiento, reflexión y entretenimiento. De ello deriva una experiencia personal más significativa que va más allá de la visita pasiva y contemplativa de bienes patrimoniales.
La educación patrimonial es el instrumento que permitirá garantizar el objetivo de compatibilizar la preservación del patrimonio histórico con su disfrute como objeto cultural, uno de los fines asumidos por la Ley de Patrimonio Histórico de Canarias. Constituye la herramienta más efectiva y racional para evitar el deterioro o la desaparición del patrimonio cultural y, al mismo tiempo, puede contribuir a formar ciudadanos con mirada crítica hacia el entorno que les rodea. Es esta una tarea tan compleja como necesaria y en la que todos los agentes sociales debemos estar com- prometidos.
*Artículo publicado en BIC. Revista de Patrimonio de Tenerife, nº 2.
Carmen Benito Mateo
Mª Candelaria Rosario Adrián
Arqueólogas del MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología
[1] Asensio, M. y Pol, E., 2008: “Conversaciones sobre el aprendizaje informal en museos y el patrimonio”. En Fernández Betancor, H. (Coord.): Turismo, Patrimonio y Educación. Los museos como laboratorios de conocimientos y emociones. Escuela Universitaria de Turismo de Lanzarote, Área de Educación y Cultura del Cabildo de Lanzarote, pp. 19-60.