Una de estas zonas, pertenecientes al municipio de San Cristóbal de La Laguna, es la comarca Nordeste, área que posiblemente en época aborigen formó parte del antiguo Menceyato de Tegueste. Este pequeño espacio abarca desde Punta del Hidalgo (en las estribaciones del macizo de Anaga), pasando por Bajamar y Tejina para finalizar en Valle de Guerra donde se encuentra el único Bien de Interés Cultural (BIC), con categoría arqueológica del municipio, el BIC de la Barranquera.
Posiblemente la distribución de los yacimientos arqueológicos que se conocen no representan la totalidad de los lugares que los guanches eligieron para desarrolla su vida, ya que la expansión urbanística y agrícola del entorno ha sido muy importante, lo que con casi toda seguridad ha afectado a los enclaves aborígenes.
Hoy podemos observar interesantes conjuntos que nos hablan de cómo fue la vida en la comarca antes de la conquista europea del archipiélago. Nos encontramos manifestaciones rupestres localizadas en las zonas más altas, algunas muy singulares por su composición y características ya que presentan tipologías que no son habituales en nuestro entorno insular. Es el caso de La Pedrera (Punta del Hidalgo) donde, sobre una plataforma de toba, se localizan más de 20 motivos que han sido interpretados como antropomorfos, zoomorfos, geométricos, etc., realizados con técnica de picado y abrasión; la estación de Pico Bermejo (Tejina), que recoge más de una decena de cazoletas de distinto tamaño y forma, junto con anchos canales de diferente profundidad; o La Herreña (Valle de Guerra), conjunto de canales y cazoletas, inédito, que debió tener mayores dimensiones pero que se vio afectado por una cantera para la extracción de bloques de toba roja.
No obstante, la mayor parte de los hallazgos se localizan en los diversos barrancos que desembocan en la zona costera, como el de Milán, prolongación del Barranco del Agua de Dios que discurre desde Tegueste hasta llegar a Tejina donde recibe ese nombre. Este espacio ha despertado un enorme interés, especialmente desde la década de los años cuarenta del siglo pasado cuando Luis Diego Cuscoy realiza diferentes intervenciones dando a conocer la importancia arqueológica del territorio. En nuestro Museo contamos con una destacada colección de restos antropológicos y materiales procedentes de las innumerables cuevas sepulcrales que se reparten por sus márgenes. Aunque fuera de este ámbito también se registran lugares utilizados por los guanches para depositar a sus muertos, como el yacimiento de La Palmita, cueva sepulcral situada a 1 km, aproximadamente, de ese cauce y descubierta mientras se procedía a realizar trabajos en uno de los patios de la actual Destilería San Bartolomé de Tejina. En ella aparecieron 15 individuos, algunos con interesantes traumatismos principalmente craneales, acompañados de un amplio repertorio de materiales como cuentas de adorno, fragmentos cerámicos, punzones, maderas, obsidianas, patella, etc.
El entorno del barranco contó también con unidades domésticas que permiten conocer mejor la vida de la gente que vivía en el lugar en los primeros momentos de su ocupación. En la última Carta Arqueológica se han contabilizado más de 25 enclaves habitacionales que vienen a confirmar la procedencia del amplio repertorio de materiales que forman parte de nuestros fondos museísticos.
Pero será el acantilado costero que recorre esta comarca Nordeste el que conserva los mejores registros. En Bajamar se encuentra la cueva sepulcral de Las Goteras, emplazada en la zona media del acantilado próximo al Club Náutico, donde se descubrieron los restos de 10 individuos, la mayoría decúbito supino, unos sobre otros, encontrándose las cuentas (…) en la parte correspondiente al cuello de los mismos, junto con agujas y punzones, restos de cuerda vegetal y pequeños fragmentos de piel que podrían ser parte de los fardos que envolvieron a los cuerpos y que no han llegado hasta nuestros días.
El recorrido de este acantilado se prolonga hasta Valle de Guerra donde, como mencionamos anteriormente, se localiza la Zona Arqueológica de La Barranquera (Bien de Interés Cultural, BOC núm. 237, Decreto 214/2005 de 24 de noviembre), situada junto al caserío de pescadores. Este amplio espacio se extiende desde el nivel del mar hasta una cota máxima de 70 metros y se desarrolla desde el Barranco del Tanque, junto al núcleo habitacional, hasta el Barranco de Chamorro. La zona ha despertado gran interés arqueológico desde el siglo pasado hasta la actualidad, realizándose excavaciones, prospecciones y actuaciones patrimoniales. En el ámbito del BIC nos encontramos con el conjunto de El Roquillo formado por cuevas habitacionales y sepulcrales junto a restos de construcciones que han sido interpretadas como fondos de cabañas y donde abundan los materiales arqueológicos dispersos por toda la superficie. En las proximidades se localizan las unidades arqueológicas del Barranco del Horno y de la Punta del Jurado.
Sin embargo, son las cuevas de El Calabazo el elemento arqueológico que más identifica a este Valle. El conjunto, formado por 7 espacios habitacionales y 2 sepulcrales, fue objeto de una intervención arqueológica por parte de investigadores de la Universidad de La Laguna en 1985, llevándose a cabo trabajos de excavación y prospección, lo que aportó un importante registro de materiales que, sumados a las actuaciones realizadas por Luis Diego Cuscoy y Domingo García Barbuzano, venían a corroborar la importancia del yacimiento y el intenso uso de esta franja costera en época aborigen. Lamentablemente, y a pesar de los innumerables fragmentos cerámicos, materiales líticos de basalto y obsidiana, fauna marina y terrestre, industria ósea, elementos de adorno, cuerda vegetal, estructuras de combustión o restos antropológicos que se descubrieron, no se han realizados dataciones que nos permitan saber cuál fue el momento exacto de ocupación. Hecho que es común para toda la comarca Nordeste pues de los 38 registros recogidos en la Carta Arqueológica de esta zona, donde se reconocen 52 cuevas de habitación y 15 espacios sepulcrales, no existe ni una sola analítica de C14 que nos ayude a conocer en qué momento fue ocupada esta tierra.
Lo cierto es que a pesar del elevado número de yacimientos arqueológicos de la Comarca, la mayor parte de ellos presentan un penoso estado de conservación. El Patrimonio Arqueológico es, en general, muy frágil debido a diversos motivos relacionados con su ubicación, exposición a agentes naturales y, principalmente, a acciones humanas derivadas de los expolios y/o actos vandálicos que han llevado, en muchos casos, a graves procesos de deterioro e incluso a su total desaparición.
Por tanto, es labor de todos tomar conciencia de que esta pérdida es definitiva si no adoptamos las medidas correctas. En este sentido todo debemos actuar, las autoridades competentes en materia patrimonial y la ciudadanía, velando para que nuestros valores históricos y, por supuesto, naturales se conserven y se mantengan para nuestro disfrute y el de las generaciones futuras.
Mª Candelaria Rosario Adrián
Conservadora/Arqueóloga del Museo Arqueológico de Tenerife