La rama de la paleontología que se encarga de estudiar las trazas dejadas por la actividad de los organismos se llama paleoicnología, dónde icno significa huella. Esta disciplina se ha hecho famosa a partir de las investigaciones realizadas fundamentalmente sobre las pisadas dejadas por grandes dinosaurios en terrenos blandos, y que se han preservado hasta nuestros días, ofreciendo importantes datos de como era su actividad locomotora. Pero la paleoicnología no sólo estudia las icnitas de los grandes saurios, al igual que la paleobiología no se dedica solo al estudio de los restos esqueléticos de esos reptiles.
Con la contribución de esta semana quiero dar a conocer el importante registro paleoicnológico que guardan algunos de nuestros yacimientos, tanto terrestres como marinos. Quizás los más conocidos sean los primeros, representados en casi todas las islas del archipiélago por unas estructuras redondeadas en forma de dedal o pequeño barrilito, ya citados por el geólogo D. Eduardo Hernández-Pacheco en su descripción de la geología de Lanzarote de 1907, y que muchos nombran como nidos de antófora. Estas estructuras, muy numerosas en los áridos paisajes de La Graciosa, Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria, y más recientemente descritas también en Tenerife, son las huellas de la actividad reproductora de algunos grupos de insectos, de forma que se trata de cámaras de deposición de los huevos dónde se desarrollan las pupas. El nombre de antófora les fue dado porque los primeros trabajos que se realizaron de estos fósiles indicaron que se trataban de estructuras realizadas por abejas del género Anthophora, hipótesis que se perpetuo en varias publicaciones posteriores, y que cuesta mucho erradicar del vocabulario popular. En cualquier caso, se trata de galerías excavadas en zonas arenosas que terminan en las cámaras de deposición de los huevos, galerías que pueden medir varios centímetros de longitud, y de las que únicamente suelen conservarse la parte final, más engrosada y resistente.
Su gran número en determinadas zonas nos indicaría que serían áreas propicias para conseguir el material adecuado para construir las cámaras, y que, además, tendrían disponibilidad de recursos alimenticios para las larvas. Estas trazas fósiles suelen encontrarse asociadas a miles (a veces, millones) de conchas de gasterópodos terrestres, lo que nos indica que su proliferación se produjo en periodos pasados más húmedos, que favorecían el crecimiento de comunidades vegetales que servían de sustento a insectos y caracoles terrestres.
Trabajos más recientes, realizados por expertos en paleoicnología terrestre como Jorge Genise o Mariano Verde, junto a especialistas en carbonatos como Ana Alonso-Zarza, han puesto de manifiesto que no sólo son producidos por hemípteros (abejas) e himenópteros (avispas), sino también por coleópteros (escarabajos). Y al igual que los seres vivos se clasifican en base a una taxonomía que incluye un nombre genérico y uno específico (por ejemplo, Felis catus, para el gato, o Canis lupus, para el perro), los icnofósiles tienen su propia nomenclatura taxonómica. Así, las celdillas o trazas fósiles de coleópteros de las islas pertenecen al género Rebuffoichnus, incluso con la descripción de una nueva especie en las islas orientales, Rebuffoichnus guanche. Y otras descritas en Gran Canaria y en Tenerife, entre otros por la paleontóloga de la Universidad de La Laguna, Carolina Castillo, y el entomólogo, Paco La Roche, pertenecen a la especie Palmiraichnus castellanosi, y serían producidas por abejas del género Andrena.
Otro tipo de icnitas fósiles muy interesantes para los paleontólogos y prácticamente desconocidas son las marinas, ya que se suelen encontrar en pocos lugares porque necesitan de unas condiciones ambientales muy especiales para que se puedan conservar en un medio tan cambiante como es el mar. Uno de los ejemplos más extraordinarios que tenemos en España se encuentra en Sevilla, y se trata de huellas dejadas por medusas que vivieron hace 540 millones de años en los mares que cubrían la actual zona de Constantina. Estas huellas presentan tal estado de preservación que han permitido saber cómo eran este tipo de organismos, que llegan hasta nuestros días, durante el Cámbrico.
Pero en Canarias también tenemos algunos fósiles extraordinarios. Por ejemplo, en la costa oeste de Fuerteventura, muy cerca de Ajuy, tenemos un pequeño afloramiento descubierto durante la realización de la Carta Paleontológica insular, de trazas fósiles de bioturbación del sedimento dejadas por gusanos poliquetos (Dactyloidites) y erizos marinos (Bichordites) -imagen cabecera- que vivían enterrados en la arenas de fondos someros tranquilos. Su conservación es también excelente a pesar de tener entre 5-6 millones de años, y nos indican cómo era la forma de excavar para alimentarse por filtración de sedimentos de estos animales, moviéndose en la vertical y horizontalmente.
En Gran Canaria también tenemos varios icnofósiles interesantes, algunos de los cuales hemos estado analizando dentro del proyecto ECLIPSA del OAMC con los especialistas Eduardo Mayoral y Ana Santos de la Universidad de Huelva, algunos de cuyos resultados estamos preparando en una publicación durante este periodo de confinamiento. Algunos afloramientos de la Formación Detrítica de Las Palmas (también llamada Terraza de Las Palmas) presentan estructuras de bioturbación como los estrechos tubos dejados también por poliquetos filtradores (Macaronichnus), muy numerosos en algunos niveles de arenas, o galerías más anchas y aisladas entre sí, interpretadas como estructuras de habitación o de alimentación producidas por cangrejos excavadores (Ophiomorpha). Todas estas estructuras nos indican comunidades faunísticas que habitaban en estos medios, y de las cuáles sólo conocemos su existencia por las huella que han dejado en el sedimento, ya que sus partes orgánicas no han fosilizado. Además, como podemos inferir de cómo actúan actualmente en el medio marino, nos indican las condiciones de profundidad y energía del medio dónde se desarrollaron.
Pero aún queda mucho por investigar en este interesante campo de la paleoicnología en las islas, ya que continúan apareciendo nuevos e interesantes lugares.
Esther Martín-González
Conservadora de Paleontología y Geología del MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología