La capa de lava solidificada en la superficie se convierte en el techo del tubo volcánico y a medida que se va endureciendo la colada de lava, se va formando el espacio aéreo en el interior del tubo. El volumen del flujo de lava disminuye y comienza a formarse el espacio entre el techo del tubo y la lava en estado líquido. El tiempo que toma la lava incandescente en formar estos tubos definirá las dimensiones internas y el grado de complejidad que adquieran estas cavidades. En Canarias tenemos algunos tubos volcánicos de gran recorrido y multitud de ramales, como la Cueva del Viento en Tenerife, o el de la Corona en Lanzarote, aunque la mayoría son de escaso recorrido y formados por una sola galería.
Una de las principales características de las cavidades volcánicas es que actúan como trampas naturales de los animales que entran en los tubos de forma accidental o voluntariamente. Aquellos que son incapaces de encontrar la salida, mueren y se depositan en el interior del tubo, que suelen mantener una temperatura y humedad más o menos estable a lo largo de los miles de años. Los restos de los animales que quedan enterrados en su interior suelen tener unas condiciones de conservación excepcionales, lo que ha permitido que a este tipo de yacimientos se les haya denominado “Fossil-Lagerstätte” por ser un tipo de depósito fosilífero de extraordinario interés paleobiológico.
Mis inicios en la paleontología canaria, antes de orientar mi investigación hacia los yacimientos marinos, estuvieron muy relacionados con el estudio de los fósiles hallados en tubos volcánicos, curiosamente en ambos extremos del archipiélago: Fuerteventura y El Hierro. En el norte de la isla majorera se encuentra la Cueva del Llano, siendo hoy en día un atractivo turístico de la zona. Este tubo de aproximadamente un millón de años se ha formado en las coladas lávicas procedentes de Montaña Escanfraga, y está separado en dos ramales por la caída parcial de su techo, que ha dado lugar a lo que se conoce en Canarias como jameo. El ramal norte es el hábitat de una especie de arácnico cavernícola, ciego y sin pigmentación, el opilión Maiorerus randoi, lo que ha propiciado la redacción de un Plan de Conservación para la Cueva.
Pero para los paleontólogos es el ramal sur el que tiene una considerable importancia. Se encuentra prácticamente colmatado por un relleno formado por el arrastre durante las lluvias de los sedimentos durante al menos los últimos 17000 años de la historia de la isla, según las dataciones realizadas. Una estrecha trinchera excavada a lo largo del relleno ha permitido acceder a la secuencia estratigráfica del relleno y a observar los millones de pequeños huesos de microvertebrados depositados en ellos. Esos restos óseos proceden de las egagrópilas (regurgitaciones de aves rapaces) depositadas por lechuzas que durante largo tiempo se posaron en las paredes del jameo, y que fueron arrastrados junto a los sedimentos hasta el interior de la cavidad. La identificación y análisis biométrico de más de 90.000 restos, nos permitió determinar que la mayor cantidad de restos corresponden al ratón del malpaís (Malpaisomys insularis), un pequeño roedor de tamaño intermedio entre una rata y un ratón doméstico. Esta especie ya extinto era endémico de las islas orientales, y constituiría la principal presa de la lechuza, aunque en los niveles superiores del relleno, correspondientes a aproximadamente los últimos 1200 años, se observa como disminuye la proporción de restos de Malpaisomys, hasta desaparecer, para ser sustituidos por los de rata (Rattus) y ratón (Mus). Es decir, podemos observar el drama de la desaparición de especies endémicas ante la llegada de otras foráneas, que competirán por su hábitat, depredarán sobre ellas o les transmitirán enfermedades para que las que no están preparadas.
La mayoría de la veces aparecen sobre el suelo del tubo, sin enterrar, incluso, aunque muy pocas veces, casi articulado. Es el caso de los restos de lagartos gigantes que aparecen en las cavidades volcánicas de El Hierro. Para preparar la re-introducción de los ejemplares de lagarto gigante de El Hierro (Gallotia simonyi) en el campo se solicitó conocer la distribución que tuvo esta especie en el pasado. La isla del Meridiano es geológicamente muy joven, a penas un millón de años, con actividad volcánica muy reciente, lo que hace que los tubos volcánicos se mantengan aún completos, pudiendo ser prospectados sin peligro. Así se estudiaron más de 40 cavidades repartidas en toda la superficie de la isla, demostrando que el lagarto se distribuía desde la costa hasta la cumbre, junto a otra especie de gran tamaño, el lagarto gigante de Canarias (Gallotia goliath).
Sin embargo, el enorme esfuerzo, humano y económico, realizado para conocer el hábitat de la especie en el pasado y su reproducción en cautividad se ha demostrado, de nuevo, ineficiente ante la acción de otra especie foránea, el gato cimarrón (Felis catus). En muy poco tiempo, este animal de compañía asilvestrado cabo con la vida de los ejemplares que se soltaron en un proyecto piloto de reintroducción.
Por tanto, los tubos volcánicos constituyen uno de los tipos de yacimientos más importantes del archipiélago, permitiendo acceder a una información paleobiológica valiosísima. Pero son estructuras frágiles que se derrumban fácilmente, llevándose consigo los tesoros que se encuentran en sus entrañas. La foto que acompaña al artículo se hizo durante la última campaña del proyecto LIGCanarias en El Hierro, cerca del faro de Orchilla, justo antes de quedarse en casa. Allí se pueden encontrar multitud de pequeños tubos de corto recorrido y enorme belleza que quizás…escondan un tesoro!!!
Esther Martín-González
Conservadora de Geología y Paleontología del MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología