“Mapa de la isla de Lanzarote [y del Hierro]” (1779), por un lado, y “Mapa de la isla de La Palma [y] “Mapa de la Isla de la Gomera” (1780), por otro, son los títulos, tal como rezan sus cartelas, de sendas representaciones del territorio insular que fueron seleccionadas para que formaran parte de la publicación Islario, editada por el Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo Insular de Tenerife con el fin de dar a conocer tan excelsa colección.
Cuando el objeto de estudio es una colección de cartografía y, más en concreto, un mapa, una de las primeras ideas que se nos viene a la mente es la de asociarlo con determinadas expediciones o viajes, pues, afortunadamente, son muchos los libros de viajeros que a menudo revelan tesoros en forma de descripciones y anécdotas, o si se prefiere la intrahistoria, que, finalmente, obtenían su equivalente gráfico en forma de mapa o carta náutica.
En esta ocasión, la fuente que nos suministra tal información es menos esperada pero, desde luego, no por ello menos importante. Nos referimos a las Memorias…de Lope Antonio de la Guerra y Peña, miembro de la Tertulia de Nava, amigo de Viera y Clavijo y, por encima de todo, narrador de los acontecimientos de su tiempo, utilizando el recurso de la “noticia” con el fin de contar la intrahistoria del Tenerife de la segunda mitad del siglo XVIII, hasta el punto de que algún erudito de la Historia de Canarias le otorgó el calificativo de “gacetero”, una suerte de antecedente del periodismo en Canarias a tenor de lo que cuenta y, sobre todo, por cómo lo cuenta.
En el folio 69 recto de sus ya aludidas Memorias…Lope de la Guerra se remite a la Gaceta de Madrid – EL Boletín Oficial del Estado de la época- publicada en 13 de febrero de1781, para referir que dicha fuente “ha publicado haberse dado a la luz la Carta reducida y general de estas Islas de Canaria, y otro mapa de la Isla de Fuerteventura, por Don Thomas López, Geógrafo de los Dominios de Su majestad de las Reales Academias de la Historia de San Fernando…”, para continuar aportándonos información sobre los mapas que ahora nos ocupan, indicando que “…ya la gaceta de 14 de julio del año antecedente [1780] había dado la noticia del nuevo mapa de esta isla de Tenerife, y otro de la de Lanzarote y el Hierro: De estos mapas se han traído algunos divididos en pliegos de marca mayor […] para las Islas de Tenerife, Lanzarote, Palma, Gomera…”.
Lope de la Guerra, siempre siguiendo a la Gaceta de Madrid, nos confirma las fechas de elaboración de los mapas que hoy forman parte de la cartoteca del MHA, así, como, y sobre todo, la autoría de los mismos, que corresponde nada más y nada menos que a Tomás López, considerado el cartógrafo español más importante de la historia.Lope de la Guerra, por tanto, nos confirma los datos incorporados en las cartelas de cada uno de ellos y que, como veremos más adelante, no serán los únicos que, finalmente, formarían parte de una archiconocida publicación, seguramente la más famosa de entre todas las producidas por la cartografía propiamente española.
Nos referiremos ahora al autor del mapa. Tomás López de Vargas Machuca fue un producto de la política del marqués de la Ensenada, quien, en palabras de Manuel Luengo en su Diario… “empezó a enviar a Jóvenes y otras gentes fuera del Reino con la conveniente pensión por el Rey para mantenerse […] destinados a instruirse en algún arte o en otra cosa para hacerse útiles a la patria…”. En efecto, uno de aquellos jóvenes fue Tomás López, enviado a París – estudiando matemáticas en el colegio Mazarín y geografía y cartografía en el taller de D´Anville – no por capricho, sino porque, en su obsesión por modernizar el país, el marqués de la Ensenada ideó un nuevo sistema impositivo, destacando su catastro o impuesto sobre la tierra. Y para que éste funcionase, inevitablemente había que conocer muy bien el territorio donde se quería aplicar. Nuevamente nos encontramos ante el paradigma de la cartografía, no como un medio para la recreación estética, sino como un instrumento de poder que te obliga a conocer el territorio para imponer. Nada mejor para comprender el proyecto cartográfico ideado por el marqués de la Ensenada que remitirnos a Fernando Estévez en Islario, “ver y representar todos los aspectos del mundo en una imagen que los haga visibles y cognoscibles y, por tanto, controlables y utilizables, constituyó una pieza fundamental del proyecto moderno europeo. En la fascinación de ese poder de la imagen de atrapar el mundo, proliferan millones de mapas que hicieron posible la parcelación de la tierra en catastros o la elaboración de los mapas topográficos de las naciones”. Del mismo modo, el marqués de la Ensenada intuyó que su proyecto de construir una gran flota que fuera capaz de relanzar la política comercial, requeriría, por encima de cualquier otra consideración, el comenzar a producir una cartografía propia que dejara de depender, como hasta ese momento, de la elaborada por las potencias extranjeras.
Pero el tiempo corría en contra de los planes del marqués de la Ensenada y la organización de interminables y costosísimas expediciones afectaban especialmente a su idea de sentar las bases de una cartografía propia. Por eso, no fue ni muchísimo menos casualidad que Tomás López se formara con D´Anville, el gran maestro de la cartografía “de gabinete” de su tiempo, cuyo proceso consistía en la recopilación de mapas anteriores, esto es, nunca en la observación directa, y cuyo mérito residía, en palabras de Carmen Liter Magayo, “en una gran capacidad de evaluación crítica de las diversas fuentes cartográficas, llegando por este procedimiento a notables grados de exactitud. Aunque laboriosa, la cartografía de gabinete evitaba el viaje para representar el territorio in situ. Este controvertido procedimiento fue analizado por Gabriel Marcel en un estudio que sobre Tomás López publicó en el Boletín de la Real Sociedad Geográfica del año 1908, ensalzando al cartógrafo, nunca al geógrafo: “Si este laborioso autor fue solo un cartógrafo y no un geógrafo, si no siempre supo hacer una juiciosa selección de los datos que recibía, si a menudo le faltaba la crítica […] al menos tuvo el mérito poco frecuente de haber dotado a su patria de un instrumento de trabajo que, aunque concedo que fue incompleto, fue de los más útiles a la administración, a los economistas, a los historiadores y a los geógrafos […] Si no fue un geógrafo de primer orden, por lo menos ha prestado a la ciencia incontrastables servicios”.
Una vez confirmada su condición de cartógrafo “de gabinete”, solo queda ahora preguntarse cuáles fueron las fuentes utilizada por Tomás López Vargas Machuca para elaborar sus cartografías sobre Lanzarote – y El Hierro -, La Palma y La Gomera. Para ello, inevitablemente debemos acudir de nuevo a las “noticias” aportadas al respecto por Lope de la Guerra en sus Memorias… – reproduciendo los contenidos vertidos en la Gaceta de Madrid de 14 de julio de 1780 -, quien nos dice, siempre siguiendo el ya mencionado folio 69 recto que “para los [mapas] de Tenerife, Lanzarote, la Palma, Gomera y la del Hierro se tuvieron presentes los Mapas Topográficos levantados por el Ingeniero Gefe Don Antonio de la Riviere en compañía de otros Ingenieros subalternos: Que también dio el Señor don Francisco Xavier Machado y Fiesco, Ministro y Contador General del Real y Supremo Consejo de las Indias, un plano de estas islas levantado el año de 1742, como así mismo, un tanto del que este caballero formó y presentó al Rey el año de 1762. Que se tuvo también un mapa manuscrito, muy bueno, aunque sin autor ni fecha bajo el título de Plan de las Afortunadas Islas del Reyno de Canarias…”. Las fuentes aportadas, a saber, Antonio Riviere, Xavier Machado Fiesco y un un plano anónimo, sin embargo, no desentrañan otro de los misterios que siempre han acompañado a la producción cartográfica que sobre Canarias hiciera Tomás López. Nos referimos en este caso a que suerte corrieron estos mapas, inicialmente concebidos como piezas aisladas y que, habitualmente, suelen vincularse con la primera edición del Atlas Geográfico de España (1804). La realidad es que tanto el “Mapa de la isla de Lanzarote [y del Hierro]” (1779), como el “Mapa de la isla de La Palma [y] “Mapa de la Isla de la Gomera” (1780), fueron incorporados, en 1790, a un atlas de carácter facticio, es decir, la reunión y encuadernación conjunta de una serie de mapas impresos por separado a lo largo de casi treinta años, conservado hoy en la Real Academia de la Historia y que responde al pomposo título de Atlas particular de los Reynos de España, Portugal e islas adyacentes. Comprehende individualmente y con separación cada una de sus Provincias y Reynos, con todas las Ciudades, Villas, Lugares, aldeas, ventas y hasta los sitios de menor nota que encierran los referidos Reynos, sin olvidar las divisiones y subdivisiones con que distinguen y separan los territorios…
Dada su condición de “atlas particular” debe interpretarse esta obra de López como una especie de ensayo general que luego debería cristalizar en el Atlas Geográfico de España, más arriba mencionado, y que fue localizado y dado a conocer por Juan Tous en su obra Las Islas Canarias a través de la cartografía…, quien establece su “publicación” alrededor de 1796. En efecto, en el índice del mismo, cuya factura provisional deja entrever que igualmente nos encontramos ante un atlas facticio, figuran una carta reducida de las Islas Canarias, un mapa de la isla de Tenerife, un mapa de la isla de Gran Canaria, un mapa de la isla de Fuerteventura, un mapa que incluye las islas de La Palma y de La Gomera, y un mapa de la isla de Lanzarote. Como sucediera en la Carta particular…de 1790, el mapa de Lanzarote, incorporaba un diminuto mapa de El Hierro. Por lo tanto, las cartografías elaboradas por Tomás López que forman parte de la cartoteca del MHA, nos revelan que fueron concebidas por su autor para que fueran utilizadas de manera aislada, aunque, posteriormente, este planteamiento inicial fue reconsiderado y fueron objeto de sendas probaturas para que fueran incorporadas a la magna obra de la Cartografía General de España.
Bien es cierto que, por sorprendente que parezca, Tomás López realizó, a partir de 1755, otros mapas de las Islas Canarias – diferentes a los integrantes de la cartoteca del MHA a los que nos hemos referido más arriba -, que fueron a parar a otro Atlas Geográfico de España de carácter aparentemente facticio, cuya maquetación establecen los especialistas que debe situarse alrededor de 1783, y que se conserva en la Biblioteca Nacional, en Madrid. Pero esa es otra historia…
Jesús Duque Arimany
Historiador del Museo de Historia y Antropología de Tenerife