Actualmente estamos padeciendo una pandemia que tiene a todos los países tomando diferentes medidas para afrontar esta crisis y buscarle solución. Para muchos, es la primera vez que nos encontramos ante una situación de cuarentena, que nos obliga, por protección, a quedarnos en nuestros hogares y evitar así la propagación del COVID-19. Pero esto no es la primera vez que sucede en el planeta y, en concreto, en Canarias. Durante el periodo de finales del siglo XVI a principios del siglo XIX, el archipiélago se vio golpeado por diferentes epidemias que asolaron la población de las islas. y que, aparte de afectar a la vida de la sociedad, acentuó aún más la marginalidad entre las clases sociales de la época.
La sociedad que nos encontramos durante este momento de la historia no tiene ninguna comparación con la que nosotros vivimos día a día, en la que disponemos de todas los servicios y recursos necesarios para cubrir nuestras necesidades. La Canarias de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, están estructuradas en el modelo del Antiguo Régimen, que se caracteriza por las grandes diferencias entre las clases sociales. Las clases populares, como siervos, artesanos y campesinos con unas condiciones de vida ínfimas, son el motor que trabaja para sostener a las clases nobles y ricas, y cuando este motor se ve afectado por algún problema, se paraliza todo.
Las malas condiciones en la que el campesinado vivía, a razón de salarios muy escasos, la hambruna, con escasas medidas higiénicas, poco control médico o las malas condiciones de vida en sus propias casas, en las cuales convivían grandes núcleos familiares, constituían un caldo de cultivo para la proliferación de enfermedades. A esto se añadían otros agentes como era el escaso control que existía sobre los barcos que llegaban a las islas, el principal factor de introducción de diferentes enfermedades en el archipiélago.
Por lo tanto, uniendo todos estos factores, tenemos la combinación que favorecía la proliferación de epidemias, con las que se hacía aún más grande el estigma social hacia la clases pobres o campesinas, ya que se les acusaba de ser los culpables de la transmisión de enfermedades. Y ante este miedo se llegaron a tomar diferentes métodos de contención, como fueron; aislamientos de una isla, de pueblos, de ciudades, creación de espacios para agrupar a todos los afectados, aunque, frecuentemente, tales medidas se revelaban insuficientes y las enfermedades se extendían más de lo deseado.
Durante este periodo las diferentes epidemias que castigaron a las Islas Canarias dejaron huella en el seno de la sociedad, aunque la afección de estas no fue homogénea, sino que afectó a unas más que a otras. Entre las enfermedades que más daño le hicieron al archipiélago encontramos:
La Peste, es una de las epidemias que azotaron las islas y una de las mas temidas. La primera referencia a ella la situamos en el siglo XVII, en 1645. Las medidas de control para prevenir la extensión de esta enfermedad fueron muy estrictas, ya que las clases acomodadas de las islas, veían en ella un peligro de ruina para sus vidas y posesiones. Entre 1701 -1703, la peste provoco 6.000 fallecimientos en Tenerife (Santana Pérez, 2009).
El Tifus que asoló Gran Canarias en 1703.
El Vomito negro, aparece en 1771, este fue importado de las Antillas. Afectó sobre todo a la ciudad de Las Palmas, para luego introducirse en Tenerife, donde dejó un gran número de muertos.
La Viruela, enfermedad que se convertirá en habitual en las islas del siglo XVIII en adelante, causando fuertes estragos, sobre todo entre la población infantil. Era una enfermedad que se producía de forma cíclica, tras un periodo de inactividad, se volvía a reproducir con mayor ímpetu. Las epidemias de esta enfermedad fueron muy importantes entre los años 1780 y 1787, practicándose aquí por primera vez la inoculación o vacuna.
La Fiebre Amarilla. En los inicios del siglo XIX esta enfermedad procedente de Cádiz, causó una gran mortandad en Tenerife y Gran Canaria. Su aparición fue en el Puerto de Santa Cruz en 1810, inmediatamente se mandaron indicaciones al resto de pueblos y demás islas que no dejaran atracar barcos procedentes de Tenerife y Cádiz, intentando así establecer un cordón en torno a la isla. Pero estas medidas fueron inútiles, llegando a Gran Canaria. Esta enfermedad nos dejó grandes índices de mortalidad.
Por último, tenemos la Lepra. Para combatir esta enfermedad existía en Gran Canaria, el Hospital de San Lázaro, santo a cuya advocación se acogían estos enfermos. El contagio se producía a través del contacto con las personas y la ropa y, como no ocasionaba grandes mortandades en cortos espacios de tiempo, ya que las personas morían lentamente, no se tomaban las medidas necesarias. Esta enfermedad durante el Antiguo Régimen no era considerada como tal, sino como un castigo enviado por Dios a determinadas personas. En cuanto a la procedencia de esta, se dice que fue introducida en las Islas poco después de su anexión a la Corona de Castilla.
El registro sepulcral de diversas intervenciones arqueológicas realizadas en las islas, en yacimientos funerarios históricos, pudieran estar aportando información interesante sobre estas etapas críticas. En algunas de estas intervenciones, se acusaron índices de incremento desproporcionado de la actividad sepulcral, relacionados con episodios de fuertes niveles de mortandad. Estos podrían estar relacionados con la llegada de determinadas epidemias, como puede ser el caso del extraordinario número de enterramientos infantiles hallados en la excavación del antiguo convento de San Francisco, en Las Palmas de Gran Canaria (Cuenca Sanabria, J.; Anaya Hernández, L. A.; Betancor Rodríguez, A.; Cuenca Sanabria, A; Lobo Cabrera, M; Toledo Ponce, D. y Torres Palenzuela, J.A.: 1994) o las evidencias de uso continuado en breves periodos cronológicos, de determinadas áreas de fosas de enterramiento, detectados en la excavación de la iglseia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife (Arnay de la Rosa, M. y Torres Palenzuela, j.a.: 1994), estudiadas desde la optica de la antropología de campo y los procesos tafonómicos diferenciales que las caracterizaron (Torres Palenzuela, J.A.:1997), intervención en la que se analizaron los diferentes enterramientos que se realizaron en su suelo y que, al finalizar la campaña, contabilizaban más de 700 individuos, depositados en fosas individuales y comunales, en alguna de las cuales se hallaron hasta cinco inhumaciones consecutivas. Los, restos hallados databan del siglo XVIII y el uso funerario de la iglesia abarcó desde 1500 hasta 1823, año en el que se pavimentó su suelo y se creó el cementerio municipal de Santa Cruz de Tenerife (Arnay de la Rosa, Matos Lorenzo, Pérez Álvarez, 2003).
José Antonio Torres Palenzuela, Técnico Superior de Patrimonio de Museos de Tenerife
Cristian Igor Raya González, Master en Patrimonio y Gestión Cultural y Técnico del proyecto INSERTA del Cabildo de Tenerife en el MHA