Aunque la palabra “ecología” tuvo su origen en el s. XIX, la preocupación por el impacto negativo de la actividad humana sobre la naturaleza ha existido desde tiempo atrás. De esta dramática forma describió el pensador griego Platón hace unos 2500 años la deforestación en la región de Ática:
En comparación con lo que había entonces, lo de ahora ha quedado, tal como sucede en las pequeñas islas, semejante a los huesos de un cuerpo enfermo, ya que se ha erosionado la parte gruesa y débil de la tierra y ha quedado sólo el cuerpo pelado de la región. Entonces, cuando aún no se había desgastado, tenía montañas coronadas de tierra y las llanuras hoy de suelo rocoso estaban cubiertas de una capa fértil. En sus montañas había grandes bosques de los que persisten signos visibles, pues en las que ahora sólo tienen alimento para las abejas, se cortaban no hace mucho tiempo árboles para cubrir las construcciones más importantes cuyos techos todavía se conservan. Había otros muchos altos árboles útiles y la zona producía gran cantidad de pienso para el ganado. Además, disfrutaba anualmente del agua de Zeus, sin perderla como sucede actualmente que fluye del suelo desnudo al mar; sino que, al tener mucha tierra y conservar el agua en ella, almacenándola en diversos lugares con la tierra arcillosa que servía de retén, y conduciendo el agua absorbida de las alturas a las cavidades, la suministraba en abundancia a manantiales y ríos, confirmando que nuestras aseveraciones son ciertas son signos los lugares sagrados que perduran hoy junto a las fuentes de antaño.
Platón (Diálogos VI, Critias, 111 b-111 e)
Como vemos, la inquietud ecológica ha corrido de forma paralela a los efectos visibles de la presión del ser humano sobre el medio natural que, a juzgar por las más recientes investigaciones, comenzó antes de lo que pensamos. Así se desprende del estudio realizado por el proyecto ArchaeoGLOBE cuyos resultados, publicados en la revista Science[1], afirman que los humanos hemos estado cambiando nuestro planeta desde hace mucho antes de lo que los científicos creían. Estrategias de supervivencia iniciadas desde el Paleolítico por grupos de cazadores-recolectores ligadas a un uso extensivo del territorio han incidido negativamente en un inexorable proceso en el que se han venido alterando los patrones globales de la biodiversidad, el funcionamiento de los ecosistemas y el clima.
Aunque el estudio refleja las distintas tendencias regionales en cuanto al uso del territorio a lo largo del tiempo, se pueden trazar unas líneas generales a nivel mundial: el modo de vida dependiente de la depredación fue generalizado hasta hace unos 6000 años. Desde ese momento pasó a ser una actividad común, coincidiendo con el ascenso progresivo de la agricultura extensiva y la ganadería, actividades que se generalizan hace unos 2000 años. Por su parte, la producción agrícola intensiva comienza a ser una actividad común hace unos 3000 años y se generaliza hacia el cambio de era.
La depredación, en la que se encuentran recolección, caza y pesca, fue una práctica común o generalizada en casi todas las zonas habitadas del globo entre el 8000-4000 a. C. Esta forma de vida ha sido descrita tradicionalmente como una estrategia de subsistencia humana que provoca escasas alteraciones directas en los ecosistemas y en el control de los ciclos de vida de plantas y animales. Sin embargo, este modelo de aprovisionamiento puede producir una gestión muy agresiva del territorio que puede derivar en un cambio drástico del paisaje que a veces es, incluso, irreversible. La depredación produce la alteración de los ecosistemas mediante el transporte y la propagación de especies elegidas o favorecidas lejos de sus lugares de origen. La quema de bosques y el uso intensivo del fuego como medio para limpiar terrenos, despejar la vegetación u obtener éxito en la caza tienen implicaciones en el ciclo global del carbono a través de las emisiones de gases con efecto invernadero, en los ciclos del agua debido a los cambios en la vegetación y la evapotranspiración e incluso en las temperaturas por cambios en el albedo.
Este proceso de cambio global iniciado hace unos 10000 años se comenzó a acelerar hacia el 4000 a. C. a partir de la domesticación de la mayoría de especies vegetales y animales que derivó en la práctica de la agricultura y la ganadería propia de las sociedades sedentarias y urbanas. Fue un proceso complejo que en algunos casos convivió con la depredación durante un tiempo. A la agricultura extensiva de “roza y quema” o cultivo itinerante le siguió la agricultura intensiva de producción continua que fue común hacia el 1000 a. C., generalizándose a partir de esa fecha.
Aunque existe una estrecha relación entre el tipo de producción agrícola y ganadero, los patrones regionales del uso del territorio también muestran la importancia de la ganadería en zonas áridas, donde la agricultura es poco rentable o impracticable, aunque desde sus inicios el pastoreo estuvo muy vinculado a los primeros centros agrícolas. Así, hacia el 4000 a. C. la ganadería fue común en zonas como el norte de África o Asia central, generalizándose hacia el 2000 a. C. La producción de alimentos del modelo agrícola-ganadero ha provocado grandes cambios ambientales de origen antropogénico a nivel global que van desde las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático hasta la deforestación de grandes superficies, erosión del suelo, incendios sistemáticos, así como introducciones, invasiones y extinciones de especies, incluso en espacios considerados tradicionalmente como vírgenes, tales como selvas tropicales o sabanas.
De esta forma, sabemos que las poblaciones humanas hemos ido dejando evidencias acumuladas de nuestro paso por la superficie terrestre desde hace unos 10000 años. Los cambios medioambientales provocados por las actividades humanas que hoy suponen un reto de enorme magnitud al obligarnos a afrontar nuestro futuro como especie, comenzaron a producirse mucho antes de lo que pensábamos.
Carmen Benito Mateo
Conservadora del Museo Arqueológico de Tenerife. MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología
IMAGEN: Ganado menor pastando en terrazas de cultivo (San Bartolomé de Tirajana, Gran Canaria)
[1] Stephens, L. et al., 2019: Archaeological assessment reveals Earth’s early transformation through land use, Science 365, 897-902.
El proyecto ArchaeoGLOBE (http://globe.umbc.edu/archaeoglobe_story/) constituye el primer estudio colaborativo global sobre el uso humano del territorio a partir del conocimiento arqueológico. Este esfuerzo colectivo, formado por las aportaciones de 255 arqueólogos de universidades y centros de investigación internacionales que han compartido su conocimiento y experiencia, ha permitido evaluar la evolución del impacto de la actividad humana en nuestro medioambiente en los últimos 10000 años.