La antropología forense puede definirse como aquella rama de la antropología física que se ocupa de la identificación y de la elucidación de los eventos antemortem y circunstancias de la muerte del individuo cuando sus restos se encuentran esqueletizados, preservados de forma natural, altamente descompuestos, carbonizados o fragmentados, en síntesis, cuando las labores de identificación del cadáver con propósito tanto legal como humanitario y el análisis del mismo escapan a la metodología y técnica tradicionales de la medicina forense. Al margen de las preceptivas labores identificativas, la antropología forense tiene como objetivo igualmente la resolución de crímenes y presuntas violaciones de los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario. La disciplina no está muy alejada, al contrario, se adapta en muchos casos al concepto de “osteobiografía”, introducido por el antropólogo de Toledo (Ohio, USA) Frank Saul en 1976, que se define como el análisis del esqueleto para averiguar los acontecimientos sucedidos durante la vida de una persona, o lo que es lo mismo la historia personal registrada en el tejido esquelético.
Las bases científicas de la antropología forense actual son desarrollo y maduración óseas; anatomía macroscópica; osteopatología; odontología; arqueología y paleontología; estudios de osarios y fosas comunes; intervención en desastres masivos; investigación de la violación de derechos humanos; y testimonio judicial. Con todo ello, la información que proporciona la antropología forense es la siguiente: edad en el momento de la muerte; sexo; identidad étnica; estatura; robustez; data de la muerte; historia médica y dental; status nutricional; historia de la fertilidad femenina; causa y manera de la muerte; y características individuales del sujeto.
Al ser una rama de la antropología física, la historia de la disciplina no puede remontarse más allá de los inicios de aquella, en el tercio último del siglo XIX. En torno a los años treinta del pasado siglo fueron los departamentos de anatomía los que contribuyeron de modo principal al desarrollo de la metodología, especialmente en Estados Unidos, debido a la riqueza de sus colecciones osteológicas con datos conocidos sobre edad, sexo, tipología, estatura, peso, ocupación y posible patología. Así, tenemos ejemplos como la Colección Hamann-Todd de la Case Western University en Cleveland (Ohio) y la Terry del Departamento de Antropología del Museo de Historia Natural de la Smithsonian Institution, en Washington, D.C. No obstante, existieron precedentes. Así, en la guerra de Cuba entre España y Estados Unidos, en 1898, el Ejército de aquel país creó el primer programa de identificación y reenterramiento con un equipo especializado, integrado fundamentalmente por anatomistas.
La aplicación judicial de la antropología física fue distinta en las dos orillas del Atlántico, así mientras en Europa el objetivo máximo era la identificación del delincuente, en lo que fue llamada antropología criminal, en los Estados Unidos, sin obviar esta línea de actuación, fue surgiendo el esbozo de lo que hoy se entiende como antropología forense al aplicar métodos anatómicos y antropológicos a la identificación de restos humanos, centrándose en la víctima.
La Antropología Criminal fue creada por el médico turinés Cesare Lombroso, siendo junto con él sus representantes más genuinos los juristas, también italianos, Enrico Ferri, Rafaele Garofalo y Giulio Fioretti. Profesor de Medicina Legal en la Universidad de Turín, Lombroso se basaba en variables anatómico-morfológicas y craneométrico-antropométricas, a la par que mentales, que eran, según él, propias de los delincuentes, insistiendo en que el criminal sería una consecuencia de factores hereditarios y degenerativos, mientras que los aspectos sociales jugarían un papel menos preeminente. Sus teorías quedarían plasmadas en su mundialmente célebre L’uomo delincuente (El hombre delincuente) que vería la luz en 1876 y, más tarde, en El delito. Sus causas y remedios (1902). Podríamos decir que la antropología criminal, en síntesis, trataba de buscar explicaciones científicas a la criminalidad.
Por otro lado, Alphonse Bertillon, médico y policía francés, insatisfecho con el sistema de identificación de criminales imperante a finales del siglo XIX, ideó un sistema de identificación basado en las medidas cefálicas y corporales (la antropometría), así como en otras características como cicatrices, deformaciones, tatuajes, y personalidad del sujeto. Ese método fue conocido como “bertillonaje” en su honor y fue rápidamente adoptado en Francia, en 1882, así como en la mayor parte de los países europeos y Estados Unidos. A Bertillon se deben dos obras de gran trascendencia en la época L’anthropométrie judiciare à Paris (1890) e Identification anthropométrique (1893).
El bertillonaje fue sustituido por la dactiloscopia a comienzos del siglo XX. Basada en los estudios del anatomista y fisiólogo checo Johannes Evangelista Purkinje que fue el primer investigador en darse cuenta de que las huellas dactilares podrían usarse para la identificación de individuos, la dactiloscopia sería introducida por el oficial del ejército británico William James Herschel en los años sesenta del siglo XIX que la aplicaría a la investigación criminal, siendo el escocés Henry Faulds el pionero en proponerlo como elemento a ser usado en ciencia forense y el inglés Francis Galton el que llevó la disciplina a nivel científico.
Pero el auténtico pionero de la antropología forense tal y como hoy la conocemos fue Thomas Dwight – profesor de anatomía en la Universidad de Harvard y uno de los introductores de la antropología física en aquel país – autor del primer ensayo sobre identificación (The identification of the human skeleton. A medico-legal study, 1878) y creador de la sección de osteología del Warren Museum of Anatomy, en la misma Universidad. Otras importantes figuras fueron Dorsey y Wilder. George Dorsey, discípulo de Dwight, ejercería docencia en Harvard, Chicago y Nueva York, y sería antropólogo del Field Museum of Natural History de Chicago y autor de The skeleton in medico-legal anatomy (1899). Dorsey fue posiblemente el primer antropólogo en testificar como experto ante una Corte. Por su parte, Harris Hawthorne Wilder sería profesor en el Smith College de Chicago donde crearía el Departamento de Zoología en el que desarrollaría su metodología de estudio en identificación basándose en osteología y huellas palmares y plantares. Su obra más relevante en el campo de la antropología forense fue Personal identification: methods for the identification of individuals, living or dead (1918) (en colaboración con Bert Wentworth). Vemos que Wilder introdujo un elemento importante para la identificación: el sujeto vivo, muchas veces olvidado por los antropólogos forenses y que hoy comienza a tener una importancia considerable.
Si los anteriores destacaron por sus investigaciones sobre la aplicación de la osteología a la resolución de casos judiciales, no podemos olvidar que la odontología forense – pilar imprescindible de la identificación de restos humanos – tendría uno de sus grandes pioneros en el médico y odontólogo cubano, aunque trabajaría en Francia, Óscar Amoedo y Valdés, Presidente de la Sociedad Francesa de la especialidad y Profesor de la Escuela Dental de París. Amoedo Valdés en 1898 escribiría el primer tratado de la disciplina, L’Art dentaire en médecine légale,basado en un desastre masivo en el que habían muerto más de cien personas un año antes y en el que él había participado como perito para la identificación de los cadáveres.
A pesar de esos antecedentes, la antropología física aplicada a cuestiones médico-legales comenzaría a tomar carta de naturaleza allá por los años treinta del siglo pasado y tuvo su figura principal en Wilton Marion Krogman y su publicación “Guide to the identification of human skeletal material” (1939) en el FBI Law Enforcement Bulletin, pieza clave para el posterior desarrollo de la disciplina. En efecto, esa guía coincidió con el inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y esto sería básico para su difusión al ser ampliamente utilizada en el Programa de Identificación de Restos Esqueléticos del Ejército de los Estados Unidos para su Repatriación y Reenterramiento.
El armisticio de la Guerra de Corea en 1953 constituyó una nueva oportunidad para el desarrollo de la disciplina al crearse el Laboratorio de Identificación en Kokura (Japón) donde trabajarían figuras de la talla de Stewart, Kerley, Warren, Newman o Baker. Así mismo, las guerras de Vietnam y el sudeste asiático obligaron a la creación de un laboratorio central de identificación en Saigón que serviría para la formación de una amplia pléyade de especialistas. Veamos algunas de las figuras más importantes de la época. T. Dale Stewart, del Departamento de Antropología del National Museum of Natural History (Smithsonian Institution, Wahington, DC), que con el tiempo se convertiría en uno de los referentes mundiales de la antropología forense. Su obra más conocida fue Essentials of forensic anthropology (1979). Ellis R. Kerley es otro auténtico pionero de la disciplina por los trabajos llevados a cabo en la identificación de los restos de soldados muertos en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea mientras trabajaba en el U.S. Army American Graves Registration Service en la década de los 50 y en el Armed Forces Institute of Pathology. En los 80 sería el Director Científico del Laboratorio Central de Identificación en Hawai y en 1990 Presidente de la American Academy of Forensic Sciences. De modo anecdótico, podemos decir que Kerley se hizo famoso con la identificación de los restos de Josef Mengele, el “carnicero de Auschwitz”. En Estados Unidos, por esos años, el ya citado Krogman publicaría la mundialmente famosa The human skeleton in forensic medicine (1962).
Por su parte, en Europa destacaría una gran figura de la Medicina Legal y Antropología Forense internacionales, el polifacético Sydney Smith, médico forense neozelandés que trabajaría en Edimburgo y El Cairo (donde crearía uno de los mejores laboratorios médico-legales del mundo en su momento) y que fue asesor de la Organización Mundial de la Salud. Los campos de interés de Smith fueron la patología y osteología forense, los procesos transformadores del cadáver, la dactiloscopia y la balística. Su Forensic Medicine: A Guide for Students and Practitioners (1925) es aún usada hoy.
La consolidación de la antropología forense, fundamentalmente en los Estados Unidos, tendría lugar a partir de 1972 cuando se fundó la Sección de la especialidad en la Academia Americana de Ciencias Forenses de la mano de Kerley y Snow, y cuando en 1978 se creó el American Board of Forensic Anthropology para certificar el título de antropólogo forense.
Como conclusión podemos decir que la antropología forense hoy persigue como objetivo colaborar con la medicina legal en la identificación positiva de personas, en la resolución de crímenes y en la investigación de presuntos casos de violación de los derechos humanos, terrorismo y otras clases de abuso y maltrato físico. Igualmente, incluye la participación en la pericia en casos de desastres de masas, apoyándose en la arqueología y la antropología social. Siempre teniendo en cuenta la naturaleza del material que estudia.
En síntesis, la antropología en la actualidad es una herramienta fundamental de las Ciencias Forenses que ha ganado una gran notoriedad a nivel mediático por su aplicación en diferentes regiones del planeta por parte de organismos internacionales relacionados con conflictos y por su difusión en series de televisión muy conocidas como Bones o CSI.
Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín
Director del Instituto Canario de Bioantropología y del Museo Arqueológico de Tenerife. MUNA. OAMC-Cabildo de Tenerife.