En nuestras islas no faltan entrañables noticias de proliferación de aves en las ciudades, de avistamientos marinos delante de nuestras costas, de datos de pureza atmosférica que pensábamos que serían irrepetibles, de contaminación sonora alcanzando valores que ya no recordábamos.
La mayor disponibilidad de tiempo libre fomenta que disfrutemos de balcones, terrazas, jardines caseros y descubramos que nos visitan muchas especies de aves, con cantos, trinos y gorgojeos que han reemplazado al cotidiano zumbido de fondo con el que convivíamos.
En muchos casos estas aves frecuentan las ciudades de manera habitual pero estos días han salido de las sombras. Las ciudades han supuesto para estos nuevos inquilinos refugios con buena oferta alimentaria, temperaturas más benignas y menor depredación.
Estima la Organización de las Naciones Unidas que, a solo 10 años vista, el 60% de la población mundial vivirá en ciudades. Las profundas modificaciones que conlleva la inevitable ampliación de los límites urbanos altera de forma irreversible el comportamiento de muchos de los animales y plantas locales. Algunos organismos desaparecen, otros se mueven hacia sitios menos perturbados pero algunos, entre los que hay muchas especies de aves, son capaces de adaptarse a las nuevas condiciones ambientales que surgen dentro de cada ciudad.
Estos días, parques, jardines y terrazas de nuestra ciudad reciben a lo largo de toda la jornada a gorriones, canarios, herrerillos, mosquiteros, mirlos, tórtolas y palomas. Inevitablemente en muchas azoteas y balcones se les agradece la visita con granos de alpiste y mijo, aunque no es necesario, porque no olviden que la recién llegada primavera les oferta una abundante alimentación mucho más sana a muy poca distancia de las ciudades. Mientras pequeños bandos de andoriñas y algunas parejas de cernícalos nos sobrevuelan, las alpispas recorren los barrancos que atraviesan nuestra ciudad.
Habrá que agradecerles que nos estén brindando una cara amable de esta dura realidad que nos está tocando vivir y que nos hagan reflexionar, una vez más, sobre el necesario compromiso con nuestro entorno.
Pepe López Rondón.
Biólogo del MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología