La Asociación de Amigos del Museo de Naturaleza y Arqueología organiza, en colaboración con el Organismo Autónomo de Museos y Centros (OAMC), una visita a la Cueva del Viento, guiada por el Dr. Pedro Oromí Masoliver.
La Cueva del Viento es una cavidad volcánica enclavada en el barrio de Icod de los Vinos que lleva el mismo nombre. Se formó hace 27.000 años en lavas basálticas procedentes de la primera fase eruptiva del volcán Pico Viejo, situado junto al Teide (Tenerife, Islas Canarias).
Este tubo volcánico, cuyo nombre se debe a las importantes corrientes de aire que se producen en su interior, es el quinto más largo del mundo (18 kilómetros topografiados) tras los cuatro primeros que se encuentran en la isla mayor del archipiélago de Hawaii (Estados Unidos). Constituye una enorme red laberíntica de pasajes subterráneos, siendo innumerables las ramificaciones aún sin explorar que permitirán ampliar su longitud en el futuro.
La Cueva del Viento también destaca por sus características geomorfológicas únicas, ya que su red de galerías se dispone en tres niveles superpuestos, fenómeno que no está descrito en ningún otro lugar del mundo. Además, presenta una amplia variedad de estructuras de origen primario tales como estalactitas de lava, cascadas lávicas, terrazas laterales y lagos de lava, entre otras, así como concreciones exógenas de diferente composición (carbonato cálcico y otras sales).
La mayor relevancia biológica de esta intrincada cavidad volcánica es su fauna subterránea, que constituye una fuente constante de nuevos hallazgos. La cueva alberga un total de 190 especies conocidas, la mayoría invertebrados. De éstas, 44 son troglobias, esto es, animales adaptados al medio subterráneo. Entre estas especies condenadas a vivir en la oscuridad, 15 han resultado ser nuevas para la ciencia, como la cucaracha sin ojos
Loboptera subterranea o los carábidos
Wolltinerfia martini y
Wolltinerfia tenerifae.
En su interior también se encuentran algunos restos fósiles de animales vertebrados ya extinguidos, como la rata y el lagarto gigantes, y otros restos óseos de especies ya desaparecidas en Tenerife, como la graja y la hubara.