¿A cuento de qué hablamos o presentamos este libro, en estos momentos de confinamiento y en muchos casos de dolor? Tiempos, en los que se vierten opiniones y análisis de la más variadas temáticas y enfoques: desde los análisis clínicos, epidemiológicos, logísticos, políticos, medioambientales etc. Pero curiosamente, poco nos hemos acercado a la manifestación externa, individual y colectiva que significa esta crisis sanitaria global: el llanto y las lágrimas.
De ahí, creo en la importancia de la relectura que tiene el libro:
El llanto. Historia cultural de las lágrimas, del profesor Tom Lutz, traducido por Eunice Cortés Gutiérrez, editorial Taurus, 2001, 435 páginas. Libro que se divide en siete grandes capítulos y una conclusión:
1. Lágrimas de placer, lágrimas de gracia
2. Cuerpo que llora
3. Psicología de las lágrimas.
4. Mujeres, hombres, bebés y niños
5. Cultura del duelo
6. Lágrimas de venganza, de seducción, de escape y de empatía
7. Lágrimas de ficción.
8. Conclusión. El fin de las lágrimas
Y es que hasta el momento en que se editó, no existía ninguna obra que recogiera un tan amplio espectro sobre el llanto y las lágrimas, abordando el tema de forma literaria y científica a la vez.
Como dice Lutz en la primera frase del libro “El llanto es un valor universal” (13). Curiosamente siendo considerado un valor de estas características no ha sido declarado Bien de Interés Cultural Material e Inmaterial de la Humanidad, ni tan siquiera, tiene el valor para considerarse al menos “Día internacional del llanto”.
Valga simplemente unos fragmentos del libro: [“…En Esperando a Godot, Pozzo medita que “las lágrimas del mundo”, de hecho, “son una cualidad constante. Por cada uno que comienza a llorar, otro deja de hacerlo en algún sitio”] (373)
“…Cuando vemos llorar a alguien y sentimos que lo comprendemos… no importa lo distanciados que estemos de su cultura, de su lugar y su tiempo. Sentimos que algunas lágrimas se expresan con perfecta universalidad…” (374)
[“…¿Quién escribirá la historia de las lágrimas?” Roland Barthes respondió: “Todos lo haremos”] (382)
En la actualidad estamos rodeados de llanto, de lágrimas, estamos inmersos en el dolor propio y ajeno, pero el llanto se manifiesta en silencio, oculto “para que no nos vean llorar”, nos cubrimos la cara con las manos para ocultar el dolor y el llanto. Aunque al descubrir el rostro, se deslicen por nuestras mejillas el producto del llanto, las lágrimas; o se llore para adentro, que no aflore, que no se manifieste. Lo negamos con voluntad férrea; aún resuena en nuestra sociedad conservadora, esa frase tan manida de “los hombres no lloran”; que contrasta con lo que manifestaba por los años sesenta el actor y galán de cine Kurt Jüngers “el llorar, es de toda persona culta y sensible”.
Paradójicamente hoy, nos asomamos a la pantalla del móvil, tal que fuera una ventana o un espacio público para despedir a nuestros seres queridos. En otros momentos de nuestra historia reciente, los cortejos fúnebres desbordaban de lágrimas los lugares por los que pasaban, hoy sin embargo se nos impone por razones obvias la despedida virtual, en la intimidad. Quién no recuerda las obras de la tragedia griega, o a Nuria Espert en Medea, o la secuencia de las plañideras en la película de Zorba el Griego, o a Scarlett O’hara, llorando con los brazos en alto increpando al cielo “…a dios pongo por testigo que nunca volveré a pasar hambre”, o las imágenes de las vírgenes llorando. Menos conocidos pero sumamente ilustrativos son los grabados de los códices prehispánicos nahuas, en los que en unos casos, el llanto se representaba como “una gota de agua de color azul con una terminación blanca debajo del ojo” (1).
En otros casos, desde que vivimos en la sociedad de la TV y de la comunicación se nos repiten incesantemente imágenes o secuencias de gentes en cualquier parte del mundo, en cualquier estación del año, en cualquier momento de la vida: llorando de hambre, de pena, de tristeza, de dolor, de alegría, de emoción, de vergüenza y. como dijera el poeta argentino Oliveiro Girondo en su libro Espantapájaros:
“Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empapamos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto”.
Muchas obras de disciplinas diferentes, como historia, antropología, psicología, psiquiatría, ciencias biológicas, oftalmología… han tratado las lágrimas y el llanto, bien definiendo lo que son, los motivos que las provocan, la terapéutica para aliviarlas, o simplemente describiendo las situaciones en las que se manifiestan histórica y culturalmente. Muchos han sido los autores nacionales e internacionales que desde distintos puntos de vista, han abordado este tema. Pero en este caso quiero remitirme al oftalmólogo D. Juan Murube del Castillo (1934), que entre sus múltiples trabajos, premios y galardones, se encuentra: Tratado sobre las lágrimas (1981), pero que desde la disciplina a la que pertenece, su trabajo llevado a cabo en la consulta durante su estancia en Canarias, “Léxico popular canario referido a la oftalmología”, (Archivo de la sociedad Canaria de Oftalmología 1981)], es un importante y valioso trabajo de campo de recogida de información oral, en la relación médico-paciente, que bien podría enclavarse dentro de la Antropología Médica y/o Medicina Popular.
Es, sin embargo, Roland Barthes (filósofo, escritor, ensayista…) que saliéndose de su discurso estructuralista habitual, escribe en su libro “Fragmentos de un discurso amoroso,1977” el Elogio de las lágrimas”, en el que dice refiriéndose a su personaje: “la menor emoción amorosa, de felicidad o de pena hace que a Werther le broten las lágrimas. Werther llora a menudo, muy a menudo y abundantemente…(130)”.
Y así como si nada, el texto que estaba leyendo se fue difuminando, se fue diluyendo y aflojando la hoja de papel. Casi, casi se le deshizo entre sus manos. Al levantar la cabeza sintió la transparencia que afloraba de sus ojos y corrían mejillas abajo.
(1) Graña Behrens, Daniel. (2010). El llorar entre los nahuas y otras culturas prehispánicas. Revista de Estudios Náhuatl, 40, 155-174.
Alberto García Quesada
Conservador del Museo de Historia y Antropología
PD: Mi agradecimiento a cuantos compañeros y amigos que me han hecho observaciones al borrador. Gracias a todos.