El conocimiento de la dieta guanche combina los datos procedentes de la documentación etnohistórica –de la que mostramos algunos ejemplos– con la información proporcionada por los restos arqueológicos de cabras, ovejas, cerdos, perros, aves, lagartos, cereales, leguminosas, raíces, frutos silvestres, peces y moluscos.
En los últimos tiempos también han comenzado a emplearse técnicas químicas analíticas sobre restos humanos que apuntan a una alimentación constituida por ingredientes cárnicos y lácteos, mientras los vegetales son escasos y los marinos resultan selectivos, como iremos divulgando paulatinamente aquí en próximas y sucesivas entregas.
La carne más consumida procedía de cabras y cerdos, aunque en ocasiones recurrieron a aves, lagartos y perros. Entre los vegetales ingeridos destacan la cebada, la raíz de helecho, los frutos del mocán y el bicácaro, entre otros. Los productos marinos –peces y moluscos– no formaron parte habitual de la dieta y su registro estadístico es muy bajo.
Las dos zonas geográficas de Tenerife divergen a nivel dietético, pues el componente vegetal es mayor en el norte que en el sur indicando una estrategia agrícola y recolectora, especialmente entre Tacoronte y La Orotava, frente al predominio pastoril meridional. Además, la élite de la sociedad que era momificada consumía más carne y derivados lácteos que quienes sólo eran inhumados. Veamos qué dicen las fuentes etnohistóricas.
–G.E. da Zurara (1451)
«Están bien provistos de trigo, cebada, legumbres».
«Sólo tienen poca cebada (…) su comida se compone de leche y hierbas, como bestias».
–A. Da Mosto (1455)
«Y se alimentan de cebada, de carne y de leche de cabra, las que tienen en abundancia».
–A. de Palencia (1490)
«No es permitido que la plebe coma carne cuando tiene hambre, sino en los días de fiesta, con permiso de los amos».
«El ganado aumenta cada día, y, a causa de la extensión y abundancia de los pastos, engorda y, ordeñado, produce gran cantidad de leche, también para los pudientes, porque los demás no pueden satisfacer esta necesidad, aunque estén al cuidado de los rebaños».
–A. de Espinosa (1594)
«También comían carnes de cabra, oveja y de puerco, y esto era a solas, sin otro conducto alguno, ni gofio; y esta carne habría de ser a medio asar y dura, porque así decían ellos, que tenía más sustancia que si estaba muy asada».
«Sólo tenían y sembraban cebada y habas, que trigo, centeno ni otras legumbres no las había en la isla, y si algún tiempo hubo trigo, perdióse la semilla».
«Esta cebada, después de limpia, la tostaban al fuego y la molían en unos molinillos de mano (…) Esta harina llamaban gofio, la cual cernida era su ordinaria comida, amasándola o desleiéndola con agua o con leche y manteca de ganado, y ésta servía por pan, y es de mucho mantenimiento».
–J. Abreu Galindo (1602)
«Comían cebada tostada y molida, que llamaban ahoren, y a la cebada tano».
«Tenían arvejas, que decían hacichey, y habas, que llamaban con el mismo nombre».
«Tenían trigo, el cual, cocido con leche, lo molían y hacían poleadas con la manteca. Llamaban al trigo yrichen».
–A. de Viana (1604)
«Varias frutas, aunque silvestres de suave gusto, rubios madroños y queresas negras, bicácaros melosos y mocanes».
Dr. José Juan Jiménez González
Conservador del Museo Arqueológico de Tenerife