Valle de Guerra no está de paso, no nos coge de camino, no está en los circuitos culturales más al uso. Pero en él, en esa porción de territorio que los repartimientos tras la conquista otorgaron a la familia de los Guerra, resiste a los avatares del tiempo y otras circunstancias, la Casa de Carta. Y quien la visita, se sorprende del contenedor, y del contenido.
De autoría incierta, el inmueble debe su nombre a una de las familias más influyentes en la vida social y cultural de Tenerife en el siglo XVIII: la familia Carta. Adquirida en 1726 a Lope Fernández de la Guerra por el Capitán Matías Rodríguez Carta, fue reedificada y restaurada casi en su totalidad. En ella se alojaron personalidades ilustres, lle¬gando incluso a celebrarse alguna de las famosas Tertulias de Nava. También fue habitada por muchas familias de media¬neros de Valle de Guerra que, con nostalgia, recuerdan sus vivencias infantiles entre sus muros.
Adquirida por el Cabildo de Tenerife en 1976, la casa se ha¬lla rodeada por un grueso muro con almenas. Se accede a su interior a través de un arco de toba volcánica roja por el cual, por medio de la escalera de cantería, se llega al patio principal. Desde él, la casa queda dividida en dos espacios bien definidos: la zona noble que da al norte y en torno a la cual se disponen las habitaciones, los salones y el mirador; y la zona de servicio, cuyo patio –provisto de aljibe subterráneo con pozo y brocal-, vertebra la cocina, las habitaciones de la servidumbre y el acceso a los jardines y las huertas.
Se inaugura como sede de etnografía del Museo Arqueológico en enero de 1987, para custodiar las colecciones de artes y costumbres populares que se habían fraguado al albor del creciente interés por la construcción de una identidad nacional en diferentes territorios de Europa, a la que España no fue ajena, aunque sí tardía. En ese contexto, se empiezan a conservar objetos artesanos y preindustriales cada vez más en desuso, a partir de los cuales articular el corpus de tradiciones compartidas entre los habitantes de un lugar.
En aquellos años 80 del pasado siglo, el museo recreaba dormitorios, cocinas, cuartos de aperos, completados con mobiliario auxiliar donde exponer muestras de artesanías, maniquíes con indumentarias tradicionales e información gráfica y textual complementaria. Con aquella exposición, la isla se ponía a la orden del tipo de museografía más habitual para museos de esta disciplina.
A finales de los años 90 un cambio de orientación del museo, que se independiza en aquel entonces del Museo Arqueológico para denominarse Museo de Antropología de Tenerife, acarreó la implementación de dos exposiciones con un diseño museográfico de línea efímera, donde los objetos sólo aparecerían para reforzar alguna parte del discurso expositivo. El pasado en el presente, y Alimentación y Cultura, duraron cada una dos años, y colaboraron a situar este pequeño enclave tinerfeño a la vanguardia de los nuevos planteamientos museográficos más centrados en analizar las dimensiones socioculturales de problemas contemporáneos.
Tras esta etapa, se valora la conveniencia de volver a exponer nuevamente en una línea más convencional basada en la exhibición de los fondos del museo, a partir de una museografía mucho más neutra, que no pretendía recrear ningún espacio doméstico decimonónico, sino servir de simple soporte mobiliario para sustentar una selección de piezas. Por entonces, la Casa de Carta es declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, el 27 de enero de 2006. Y en el año 2008 se fusiona con la Casa Lercaro, ubicada en pleno casco histórico de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, configurando el Museo de Historia y Antropología.
Desde entonces hasta la actualidad, el Museo invita a visitar la exposición La Casa de Carta y las tradiciones, en la que se expone una selección de piezas de las colecciones más singulares que se custodian: mobiliario popular, cestería, cerámica, trajes populares y tradicionales, instrumentos musicales y molinería; colección esta última, iniciada en los años setenta del siglo XX por Luis Diego Cuscoy.
La fotografía también hace acto de presencia a partir de una sala dedicada al Archivo Fotográfico Vicente Pérez Melián, compuesto por más de 200.000 mil imágenes que este fotógrafo autodidacta tomó entre los años cuarenta y setenta en toda la comarca del nordeste, reflejando en ellas las enormes transformaciones socioeconómicas del entorno más cercano a Valle de Guerra.
Pasando por la cocina-panadería, -el ámbito que mejor conserva su estado original-, el visitante accede al exterior de la vivienda. Allí puede contemplar elementos asociados a la cultura rural de Tenerife como el pesador de agua, el invernadero de tipo canario o el tradicional lagar, y frondosos jardines con especies de alto interés botánico, así como huertos con cultivos históricos, tales como el algodón o la caña de azúcar.
En este contexto, teniendo la exposición permanente actual casi quince años y haciendo honor a su propio devenir museográfico en estos últimos treinta años, no parece descabellado pensar en que pronto se provoque un cambio expositivo que quizás resitúe a la Casa de Carta en esos circuitos culturales al uso. Mientras tanto, el inmueble sigue sin quedar de camino, está como en ninguna parte. Pero los circuitos alternativos siempre han existido, solo hay que buscarlos.
Y lo cierto es que el turista que nos visita, no se marcha indiferente. Y los locales, del entorno más cercano o no, saben que aún conocedores de esta actual exposición que en pocos años cumpliría su mayoría de edad, tienen en el museo un punto de encuentro, donde se negocie, se exponga, se denuncie o se festeje, porque desde su fusión en el 2008 con el Museo de Historia, la Casa de Carta se concibió como un museo abierto a la comunidad en el que tienen cabida las memorias compartidas, los recuerdos del pasado, pero también las aspiraciones para el futuro.